Estamos ya acostumbrados a los ruborizantes teatrillos de los partidos independentistas en el Congreso de los Diputados. Una larga ristra de estridencias y faltas de compostura jalonan el historial parlamentario de ERC, Junts per Catalunya y la CUP.

Este teatro de variedades nos ha dejado algunos momentos especialmente bochornosos, como los de Gabriel Rufián mostrando desde su escaño unas esposas o una impresora durante las sesiones de control al Gobierno.

El último de estos espectáculos de baratillo ha sido el arranque de la portavoz de Junts Míriam Nogueras, que apartó ayer la bandera española para sacarla de plano durante su rueda de prensa en el Congreso de los Diputados. Cuando un periodista le afeó este gesto, la diputada replicó que la insignia nacional "estaba muy cerca", como simbolizando una distancia de seguridad frente a una infección contagiosa.

Este pronto pueril y ridículo tuvo que ser enmendado poco después por Inés Arrimadas, que volvió a colocar la bandera en su lugar.

El gesto de menosprecio de Nogueras resulta aún más sonrojante por su decisión de mantener la bandera de la Unión Europea, argumentando que esta "le representa mucho más". Una grotesca pretensión del independentismo catalán que cree poder puentear a España para integrarse en la UE, como si el club comunitario fuera a acoger el simulacro de nación con el que Junts fantasea. Como si Míriam Nogueras fuera europea por catalana, y no en su condición de ciudadana de la democracia española. 

A la portavoz no parece ocasionarle tampoco cargo de conciencia alguno el hecho de pisotear los símbolos nacionales al tiempo que se embolsa casi 118.000 € anuales del mismo "Estado opresor" que detesta. Se diría también que Nogueras ha olvidado que hace apenas unos años se codeaba con la cúpula del Ejército español en Cataluña y posaba felizmente junto a sus mandos. Pero el problema es que el circo independentista en el Congreso está siendo pagado por los españoles a precio de ópera. 

Tampoco escapa de este tipo de inconsistencias el discurso de "España nos roba", que Rufián y los suyos llevan a gala. El portavoz de ERC tampoco parece tener problemas en percibir un sueldo sufragado por todos los españoles pese a que se comprometió en 2015 a dejar su escaño en 18 meses para "regresar a la República Catalana".

Pero el problema de las óperas bufas independentistas va más allá de la hipocresía de sus intérpretes. Porque evidencia que independentistas y populistas están convirtiendo las instituciones parlamentarias en escenarios para su muestra de camisetas reivindicativas, pancartas con consignas separatistas y objetos de atrezo. Y todas estas excentricidades no pueden darse sin un consiguiente menoscabo de la dignidad y la autoridad que emana del Parlamento.

Los diputados de la oposición han pedido a Meritxell Batet que expediente a Nogueras. Pero lo cierto es que el reglamento del Congreso no prohíbe expresamente este tipo de conductas. Precisamente por eso, la prioridad debería ser reformarlo para incluir sanciones contra cualquier gesto de desprecio hacia los símbolos nacionales.