José Luis Escrivá ha reabierto la caja de los truenos del modelo de financiación autonómica con sus declaraciones de este martes en las que se muestra a favor de una centralización de los impuestos. El ministro de Seguridad Social se ha posicionado así en contra de las rebajas fiscales anunciadas el lunes por Juanma Moreno.

El presidente andaluz ha abogado por una "revolución fiscal" que incluye la suspensión del impuesto al patrimonio. Una propuesta que se enmarca en la doctrina de baja fiscalidad que está en los genes del PP y que también inspira el ideario económico de Alberto Núñez Feijóo.

La apuesta por una carga impositiva reducida tiene en Isabel Díaz Ayuso su más ferviente entusiasta. Madrid ya adelantó que deflactará la tarifa del IRPF. En Castilla y León, también Alfonso Fernández Mañueco se ha comprometido a acometer una "rebaja fiscal histórica". 

Escrivá ha criticado lo que entiende que es una dinámica de competencia fiscal a la baja entre comunidades autónomas. Pero este argumentario a favor de la armonización fiscal como respuesta a las rebajas fiscales de los gobiernos autonómicos del PP contrasta con los posicionamientos en materia fiscal de los socialistas en otros casos.

Postura contradictoria

No en vano, la portavoz del Gobierno se ha apresurado a enfatizar que la del ministro es una opinión "a título personal". Porque lo cierto es que el PSOE no cuestiona la potestad tributaria de las CCAA para fijar sus propios impuestos. Una competencia recogida y protegida por la Constitución.

Tampoco se oponen los socialistas a los beneficios fiscales excepcionales de los que gozan algunas regiones españolas. ¿O pretende el Ejecutivo arrebatar las competencias fiscales sólo a aquellas comunidades en las que gobierna el PP?

¿Qué hay de los impuestos propios que gestiona la autonomía catalana? Con su equiparación fiscal, ¿estaría Escrivá dispuesto a acabar también con el concierto del que se beneficia Euskadi? ¿Y dónde está aquí la "solidaridad interterritorial"?

En sus propuestas de recentralización fiscal se evidencian la desorientación y las contradicciones doctrinales de la izquierda española. Porque es absurdo apostar por un modelo federal sólo en los aspectos más reaccionarios de la identidad cultural al mismo tiempo que se defiende un centralismo jacobino en materia de fiscalidad.

Si el PSOE está realmente comprometido con el sistema autonómico, deberá aceptar también que las comunidades, dentro de su ámbito competencial, gestionen y hagan política con aquellos impuestos que tienen cedidos. ¿Cómo es posible estar a favor de la autonomía fiscal de las CCAA sin permitir al mismo tiempo la competencia entre ellas?

Si el PSOE quiere mantenerse fiel a su ideario redistributivo, que aumente los impuestos en los territorios en los que gobierna. Pero que no impida que otras comunidades ejecuten una política fiscal diferente. Lo contrario sería obligar a las comunidades donde han ganado opciones liberales a aplicar políticas socialistas a la fuerza. 

Rebajas fiscales, un acierto

La armonización fiscal por la que aboga la izquierda implica igualar los impuestos, pero por arriba, nunca por abajo. Pero contamos con sobrada evidencia a favor de la descentralización impositiva y de los beneficios sociales de las rebajas fiscales.

No es cierto que la bonificación o la eliminación de figuras tributarias como el patrimonio, la renta o las sucesiones beneficie únicamente a las rentas más altas. La competencia es un principio básico de la economía de mercado que beneficia a todos los ciudadanos.

Las rebajas de impuestos, al atraer grandes patrimonios para que establezcan su domicilio fiscal en el territorio, incentivan la creación de riqueza. Con la dinamización de la actividad económica y la llegada de nuevos contribuyentes, queda sobradamente compensada la caída en la recaudación que sigue a las reducciones fiscales.

Las ventajas de un régimen fiscal competitivo quedan avaladas por casos de éxito como el de Portugal. Como no grava el patrimonio, el país vecino ha atraído emprendimiento e inversión con un régimen fiscal muy competitivo.

La potestad de las CCAA para aligerar la tributación no es dumping. Por el contrario, la autonomía fiscal es uno más de los mecanismos de contrapoder con los que las regiones pueden aliviar la voracidad impositiva del Gobierno central.

Por eso aciertan Moreno Bonilla, Ayuso y Feijóo en su posicionamiento en esta batalla fiscal, al proponer un modelo fiscal que sirve para atraer la inversión, mejorar la recaudación de las arcas públicas e impulsar la prosperidad económica.