Europa y la Francia moderada respiran aliviadas. Ven su inquietud disipada con la reelección de Emmanuel Macron como presidente de la República Francesa. El candidato liberal se impuso ayer a la ultraderechista Marine Le Pen con una ventaja de 16 puntos.

Finalmente, los votantes han antepuesto la cordura y el centrismo al populismo airado y demagógico. Un final feliz al suspense que no puede hacer olvidar, sin embargo, algunos aspectos muy preocupantes que las elecciones presidenciales francesas de ayer han puesto de relieve.

Hay que recordar que la victoria de Macron, con un 58,2% de los votos, ha sido más ajustada que la que obtuvo en los comicios de 2017. Le Pen ha recortado distancias, alcanzando su mejor resultado con el 41,8% de los votos.

El triunfo de la candidatura liberal, centrada y europeísta tranquiliza, pero de ningún modo invita al conformismo. El populismo va ganando cada vez más adeptos en Francia, con unas elecciones legislativas a la vuelta de la esquina. Los extremismos podrían cosechar un buen resultado y restar margen de maniobra a la presidencia de Macron. Además, no es descartable que Le Pen se centre ahora en intentar ser la próxima primera ministra de Francia.

Igualmente, resulta alarmante el alto nivel de abstención. La participación electoral, del 71,8%, ha sido la más baja desde 1969. Así, al crecimiento del soberanismo xenófobo al calor del descontento de las clases populares se suma el alto nivel de desafección de quienes, rechazando a Le Pen, tampoco pueden brindar su apoyo a Macron.

Oportunidad

El liberalismo en Francia, como en el resto de democracias amenazadas por la ola reaccionaria en Europa, debe reencantar a esas amplias capas de la sociedad que se sienten agraviadas por la marcha de la economía global. Atender al voto del descontento es clave para poder traer de vuelta a los franceses hacia la moderación y escapar del preocupante escenario que dibujan los extremismos a izquierda y derecha.

La victoria de Macron, qué duda cabe, afianza el proyecto común europeo en un momento en que el mundo libre está necesitado de aliento y en el que la sombra de los nacionalismos se cierne sobre Europa.

Macron tiene una oportunidad durante los cinco próximos años para ensanchar la base de apoyos a las políticas liberales y democráticas. Un nuevo mandato presidencial para demostrar a los franceses que la alternativa al reformismo cosmopolita no es otra que un proteccionismo conducente a la argentinización de la economía y al socavamiento de la prosperidad. 

Refundación

Tampoco se puede olvidar que Macron, tras la reelección de ayer, ya no podrá aspirar a un tercer mandato en 2027. Teniendo en cuenta que su liderazgo personalista no tiene más base orgánica que un movimiento político creado ad hoc, y que los partidos tradicionales de la V República están totalmente fuera de juego, el bonapartismo del presidente puede dejar un escenario electoral muy incierto tras su marcha.

¿Quién recogerá el centro reformista cuando Macron lo deje vacante? ¿Quién actuará como muro de contención contra una ultraderecha que probablemente siga creciendo?

La reelección de Macron representa la resistencia de la Francia republicana. Pero el presidente debe pensar desde ya en el largo plazo y mirar más allá de su propio horizonte personal.

Sanar las heridas sociales que fracturan Francia y refundar el contrato social es ahora la prioridad. Los principios de la democracia, la libertad, la igualdad y el progreso no pueden quedarse huérfanos.