Ayer se oficializó en la Moncloa la puesta de largo de Alberto Núñez Feijóo como líder de la oposición. Pedro Sánchez recibió al nuevo presidente del Partido Popular en un encuentro que acabó confirmando algunos de los malos presagios con los que el equipo del presidente gallego acudió a la reunión.

Es cierto que el primer contacto oficial entre Sánchez y Feijóo arrojó un resultado muy positivo. Los dos dirigentes resaltaron el tono cordial y cortés de la reunión. Es una buena noticia que comiencen a restablecerse los puentes entre los dos partidos mayoritarios para alcanzar pactos de Estado. Era necesario a la luz de que, durante la etapa de Pablo Casado, habían volado por los aires.

Es de celebrar que la cita se haya saldado con un compromiso entre Gobierno y oposición para destaponar de una vez el bloqueo en los órganos judiciales para renovar el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial, después de tres años y medio.

Sin embargo, nadie puede darse por contento con una situación que debería entrar en el terreno de la normalidad. Se echa en falta, de hecho, más voluntad de Sánchez para negociar acuerdos en materia fiscal con el PP, al margen de Unidas Podemos, en tiempos de enorme necesidad para el país. El presidente del Gobierno únicamente dio lugar a que el popular pusiera sobre la mesa la cuestión económica en los últimos diez minutos de las tres horas que duró la visita.

Razones para el optimismo

Resulta comprensible la decepción, en este sentido, de Feijóo a la salida del encuentro. El presidente del PP llegó a Moncloa con una rigurosa batería de propuestas que incluían rebajas y recorte de gasto para capar la escalada de precios. Y salió con el lamento de que no se pudieran dar "buenas noticias a las familias", con el poder adquisitivo mermado por unos niveles de inflación inauditos.

No estar dispuesto a despachar sobre la necesidad del alivio fiscal y las ayudas a los sectores más golpeados por la escalada de precios, más allá de las discrepancias comprensibles, es un error en este contexto de flaqueza. No se puede obviar que España es el país más castigado de Europa por la pandemia, y que la crisis de suministro y la guerra de Ucrania ha empeorado más si cabe las pobres perspectivas de crecimiento. 

Con todo, la primera reunión entre Sánchez y Feijóo deja razones para el optimismo. Representa el preámbulo de lo que debe ocurrir. Cordialidad en el tono y voluntad de grandes pactos. Ayer se dio un primer paso prometedor. Para restañar las heridas en el diálogo PP-PSOE hay que abandonar, por el bien de España, las trincheras.