Washington y Londres dejaron ayer claro que no van de farol en la guerra económica contra Moscú. Lo hicieron con el anuncio de la prohibición de la importación de gas y petróleo desde Rusia. Es decir, Estados Unidos y Reino Unido han boicoteado los recursos que financian en buena parte el Presupuesto ruso.

Esta es la decisión más agresiva adoptada en Occidente desde la invasión de Ucrania. Y sin duda resultará en el reequilibrio del suministro de gas y petróleo, de sus rutas y de sus proveedores, con consecuencias geopolíticas difícilmente calculables.

Joe Biden y Boris Johnson saben bien que la guerra de Ucrania se decide en el tablero energético. Y la manera más efectiva de detener a Vladímir Putin, sin provocar un enfrentamiento directo y sin forzar un escenario nuclear apocalíptico, consiste en impedir que el Kremlin pueda costear una invasión a sangre y fuego que consume miles de millones de rublos cada día. 

Con su voluntad de “no subvencionar la guerra de Putin”, como dijo el presidente estadounidense, ambos países señalan el camino a los europeos. Estos tendrán, más pronto que tarde, que renunciar definitivamente a la dependencia del gas ruso y apostar por su propia autosuficiencia. Sólo así estará la Unión Europea (UE) a salvo de las acometidas de un tirano que todavía no ha descubierto sus límites.

Independencia energética

Es cierto que para Estados Unidos y Reino Unido es más sencillo adoptar esta decisión. Las importaciones rusas no son ni una décima parte de su mix energético, a diferencia de una UE que depende del gas y el petróleo ruso. Pero Bruselas logrará el colapso financiero de la principal amenaza para su seguridad si imita la decisión angloamericana.

Europa no puede hacerlo de la noche al día. Lo que sí puede hacer es reducir paulatinamente las compras a Moscú y apostar por alternativas ganadoras. Es decir, invertir más en energía nuclear y renovables, así como fomentar proyectos que potencien la interconexión con terceros países. La puesta en marcha del gasoducto Midcat que une España con Francia sería, en este sentido, un buen comienzo.

Salta a la vista, además, que desde el punto de vista nacional se abre una oportunidad histórica. Lo reconoció la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en su último encuentro con Pedro Sánchez. España es “clave” para que la UE se libre del yugo de Moscú. Tanto por sus conexiones gasísticas con Argelia como por su potencial para generar energía limpia, con el hidrógeno verde como objetivo a medio plazo.

Tenemos por delante un camino tortuoso. No se pueden revertir décadas en días, y la asfixia económica de Rusia tendrá como resultado nuestro empobrecimiento energético durante meses o años. A cambio, no obstante, se construirá una Unión Europea independiente, poderosa y respetada.