Uno de los desencadenantes del inicio de la guerra en Ucrania en 2013 fue, precisamente, la voluntad manifestada de su pueblo de ingresar en la Unión Europea (UE). Este lunes, el presidente Zelenski dio el primer paso para culminar la obra al firmar la solicitud para convertirse en el vigésimooctavo miembro de la organización.

El Parlamento Europeo recogió ayer el guante con una sesión que, con toda probabilidad, pasará a la historia del continente. Los representantes europeos correspondieron al líder ucraniano, cuyo país padece el ataque feroz de las tropas y los bombarderos rusos, con un respaldo verbal que encuentra un fiel reflejo en las palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: "Ucrania es uno de los nuestros y los queremos en la Unión".

A efectos prácticos, la UE hace suya la causa de Ucrania sin integrarla. No hay reproche posible. Los europeos se han movilizado como nunca, con una determinación sin precedentes y un durísimo arsenal de sanciones contra Moscú, en la noble y acuciante causa de la defensa de la democracia frente al autoritarismo. Es más: como dijo el alto representante Josep Borrellestamos ante "el acta de nacimiento de la Europa geopolítica".

La Unión Europea ha agregado, a su título de actor económico, el autorreconocimiento como actor geopolítico poderoso, respetable y temible. Si Vladímir Putin pretendía dividir e intimidar a los europeos, ha conseguido precisamente lo contrario.

Excepciones

Ucrania no tiene motivos para sentirse abandonada. La UE prometió castigar las agresiones de Rusia al país con sanciones económicas que asfixiaran las cuentas del Kremlin. Ha cumplido y cumplirá. También trasladó la determinación unánime de apoyar la resistencia ucraniana con armas y como sea necesario. No hay indicios de que vaya a romper su palabra.

Pero nada de esto debe cegarnos. La inclusión de la vieja república soviética debe seguir un estricto proceso que obliga a los candidatos a respetar estándares altísimos de transparencia, división de poderes e higiene política ante la corrupción. Estándares que, en estos momentos, Ucrania está muy lejos de cumplir.

Este proceso le llevó a Croacia, que ingresó en 2013, diez años de trabajo. Moldavia ya suma ocho para alcanzar los niveles requeridos por los socios. Por más que la dramática situación invite emocionalmente a la laxitud, no se debe hacer excepciones con Ucrania.