Los megabrotes registrados en zonas de ocio de Baleares y el acusado repunte de la incidencia acumulada en todo el país (preocupa especialmente Cataluña) nos alertan de que la pandemia, lejos de haber terminado, entra en una nueva etapa.

Una etapa recién estrenada que la viróloga del CSIC Margarita del Val ya define como la quinta ola, con una transmisión más silenciosa y menos aparatosa, pues los datos de hospitalización están lejos de los previos a la campaña de vacunación.

Y con ciertas dificultades inherentes a esta naturaleza. Porque los expertos apuntan que los jóvenes, tras las fiestas multitudinarias, no aciertan a especificar a quiénes han podido contagiar ni quién pudo contagiarles.

De ahí que convenga extremar las medidas y seguir a rajatabla las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Más si cabe después de un año y medio de pandemia con un coste de decenas de miles de vidas humanas y cientos de miles de empleos perdidos. ¿Por qué levantar el pie del acelerador de la responsabilidad cuando ya vemos la luz al final del túnel?

La responsabilidad y la prudencia, pues, deben extenderse a la población más joven. Porque son ellos quienes más se están contagiando y quienes todavía no han sido inmunizados. Sí, es cierto que presentan cuadros clínicos más leves. Y sí, es cierto que los hospitales no están soportando una presión excesiva.

Pero es innegable que resulta cada vez más difícil rastrear los contagios que dejan a su paso. Con el riesgo sanitario que conlleva y con la parálisis que puede provocar en la recuperación económica.

Más prudencia

El pasado sábado conocimos un dato revelador. En apenas cuatro días, la incidencia acumulada aumentó un 80% entre los ciudadanos de 20 a 29 años en España. Esta cifra nos conduce hasta los 449 casos de coronavirus registrados por cada 100.000 habitantes en dicho rango de edad.

En este escenario, consideramos necesario que impere el sentido común para que regrese la normalidad cuanto antes. La pérdida del miedo al virus por parte de miles de jóvenes no debe menoscabar los avances cosechados por la sociedad en su conjunto.

Sobre todo cuando la inmunidad de grupo está a escasas semanas de distancia gracias al alto ritmo de vacunación. En España, de hecho, cerca del 40% de la población ha recibido ya la pauta completa.

Transmisión silenciosa

Del Val advirtió ayer sobre la transmisión silenciosa que define la quinta ola. Una quinta ola que presenta algunas particularidades desconocidas. "No sólo porque los jóvenes están transmitiendo cuando no respetan las medidas, sino porque no nos damos cuenta de que los vacunados también contagian".

Desde luego, no contribuye a romper ese peligroso silencio el hecho de que "los contagiados no sepan quién les ha podido infectar", como explica el representante del sindicato CESM en EL ESPAÑOL. Algo particularmente preocupante cuando la cepa india, más contagiosa que la británica, sigue extendiéndose en nuestro país.

De modo que urge no echar más piedras en el camino de la recuperación de la normalidad social y económica, que requiere de la contención de esta quinta ola. Y conviene, en definitiva, que las comunidades autónomas revisen su calendario de vacunación para frenar el nivel descontrolado de contagios entre los jóvenes.