La histórica mayoría absoluta de Alberto Núñez-Feijóo, que viene gobernado ininterrumpidamente Galicia desde 2009, es la noticia más positiva de una jornada electoral que muestra un ascenso de las fuerzas radicales y disgregadoras.

Este 12-J revela que a los partidos en el gobierno autonómico no les ha pasado factura la gestión de la crisis del coronavirus, pues amplían sus mayorías. Igual que Feijóo, Iñigo Urkullu ha crecido y gobernará de nuevo el País Vasco de la mano de los socialistas, como en la pasada legislatura. 

Podemos se hunde

El gran perdedor de la jornada electoral es Podemos, que ve cómo se reduce su presencia a la mitad en la Cámara vasca y que se queda fuera del Parlamento gallego. Si bien es cierto que la caída en Galicia era previsible al haber roto sus pactos con las Mareas, ni siquiera ha podido amortiguarla rentabilizando la presencia de sus líderes nacionales Pablo Iglesias e Irene Montero en el Gobierno de España.  

Ahora se demuestra a dónde lleva la disparatada política de Iglesias en relación a la cuestión nacional. Sus alianzas con el separatismo, su apuesta por el "derecho a decidir", el blanqueamiento de los proetarras y el apoyo a los líderes del procés ha engordado al BNG y a Bildu.

PP y PSOE tienen motivos también para la decepción. Carlos Iturgaiz cae cuatro escaños en relación a 2016, pese a ir en coalición esta vez con Ciudadanos, lo que supone el fracaso sin paliativos de una experiencia ilusionante. Los socialistas, aunque aguantan en el País Vasco, son incapaces de rentabilizar el hundimiento de Podemos, y el BNG pasa a liderar la oposición en Galicia.

Más nacionalismo

La resurrección del BNG, que triplica sus escaños, y el crecimiento de Bildu, que se consolida también como primer partido de la oposición, son una pésima noticia: el separatismo amplía sus bases en un momento de gran incertidumbre nacional. 

Como contrapartida, se afianzan dos gobernantes templados, cada uno con su registro: Feijóo representa el ala moderada del PP, y Urkullu el ala moderada de un partido, bien es cierto, no constitucionalista.

El eje que representan Feijóo en Galicia y Juanma Moreno en Andalucía va a ganar peso e influencia en Génova, y eso debería ayudar a centrar la estrategia de Pablo Casado en su disputa con Vox, que obtiene un tan meritorio como estéril diputado por Álava. La lección del 12-J es que la mesura tiene que ser la vacuna contra el extremismo.