El dilema que vive el PP entre abrirse a negociar los Presupuestos del Gobierno o descartar directamente sentarse a la mesa con Sánchez se visualizó este lunes con toda claridad. Mientras Ana Pastor se mostraba dispuesta a estudiar las cuentas si son "sensatas" y "beneficiosas", Cayetana Álvarez de Toledo daba un portazo a esa posibilidad, criticando a Ciudadanos por prestarse a ello.

No es una contradicción menor y tiene como protagonistas, además, a dos pesos pesados del PP. Pastor es vicepresidenta del Congreso y ha sido designada por Pablo Casado como la encargada de buscar acuerdos con los socialistas en la Comisión para la reconstrucción. Álvarez de Toledo es la portavoz parlamentaria y persona de absoluta confianza del presidente de los populares. 

Emergencia nacional

En circunstancias normales, la posición de Álvarez de Toledo sería la más lógica. Sánchez llegó a la Moncloa aupado por unos socios, y lo natural es que fuera con ellos con quienes se las arreglara para sacar adelante la legislatura.

Sin embargo, en la situación límite y de emergencia nacional que vive España, con los empresarios pidiendo acuerdos para salvar la economía y con la incertidumbre por posibles rebrotes, lo razonable es intentar pactar unas cuentas beneficiosas para España. Y decimos intentar porque entraría dentro de lo probable que esas conversaciones fracasaran. Pero pocos entenderían que ni siquiera se intentara.

Corte de mangas

Si Casado quiere presentarse ante los españoles como un líder que aporta soluciones y que antepone el interés general a los de partido no debería perder la oportunidad de explorar todas las posibilidades de buscar el consenso. Sus barones más moderados están en esa línea y no les va mal en sus territorios, casos de Feijóo o Juanma Moreno.

Tiene razones Casado para quejarse de los desplantes continuos de Sánchez, que hasta ahora se ha dedicado a pedirle un apoyo sin condiciones mientras no dejaba de ningunearle públicamente. Pero la respuesta a esos desplantes no puede ser un corte de mangas. España se juega demasiado como para darle ahora una patada al tablero.