El protagonismo que ha alcanzado Isabel Díaz Ayuso en los nueve meses escasos que lleva al frente de la Comunidad de Madrid le ha granjeado miles de fans y también miles de detractores. A ello ha contribuido la pandemia, que la mantiene permanentemente en primera línea. 

Esa división se reproduce también en su partido, donde concita avales y no pocas críticas. Entre los primeros están Pablo Casado y Aznar, que este mismo lunes alabó sus "muy altas cualidades". Otros, en cambio, denuncian su política "de confrontación y meme", que creen basada más en la caricatura y la hipérbole que en la sustancia.  

Con la d

Su actitud desacomplejada y su arrojo -o temeridad, según el punto de vista- para entrar en todos los debates, la llevan una y otra vez a capitalizar la atención y a convertir en virales sus intervenciones. No siempre para bien. 

Este mismo lunes ha tenido que rectificar su desliz sobre la denominación científica Covid-19. Tras asegurar que la d significa "diciembre" -"coronavirus diciembre 19"-, ha tenido que corregir: la d es de disease, enfermedad.

Pero no hay día que no se esfuerce por salirse de la ortodoxia. Su fotografía de este domingo en la portada de El Mundo en plan mater dolorosa ha causado controversia. La acusan de intentar capitalizar la imagen del dolor y el sentimiento de las víctimas.  

Perfiles

Su gestión personalista la ha enemistado con Ciudadanos, su socio de gobierno. Ayuso  ha elegido ser la punta de lanza del PP para confrontar con el Gobierno de Sánchez. Y aunque asegura que lo de "dura" es una etiqueta que le han colgado, lo cierto es que de entre los presidentes autonómicos del PP, es el único que ha rechazado de plano colaborar en su región con los socialistas en la resolución de la crisis.   

El PP debe saber acompasar la defensa sólida de su ideario con la lucha en el barro y los mensajes efectistas que exige hoy la comunicación política. Se trata de un difícil equilibrio de perfiles, voluntades, caracteres y prioridades.