Más malas noticias para el campo español. Este viernes hemos conocido que la Unión Europea estudia un hachazo del 14% a las ayudas agrícolas en plena crisis del mundo rural. Este recorte se sustanciaría en las subvenciones a la política agraria, la PAC, de la que tan dependientes son España y Portugal. De hecho, España es el segundo beneficiario de estas ayudas, sólo por detrás de Francia.

Precisamente, Pedro Sánchez había planteado como línea roja la preservación de los fondos de la PAC, que en los últimos siete años ha aportado casi 45.000 millones de euros. Al margen de esta medida sobrevenida que impone Bruselas para priorizar las partidas comunitarias en políticas contra el cambio climático o la agenda digital, hay un problema de fondo: el Ejecutivo de coalición es incapaz de solucionar las demandas de los agricultores y ganaderos, que están tomando la calle. 

Enfrentamiento

Así quedó demostrado ayer cuando, sorprendentemente y en el último momento, se decidió prescindir de las principales organizaciones agrarias (Asaja, UPA y COAG) en la reunión en la que se abordaba la crisis del campo. Por contra, sí se escuchó a CCOO y UGT, sindicatos con nula implantación rural y más que dúctiles a los planteamientos del Gobierno. 

Con este desaire a las asociaciones más representativas del sector, el Ejecutivo se pone de frente a los agricultores y a los ganaderos, un segmento que presumía de tener entre sus prioritarios.

Soluciones reales

Hay que destacar que, desde que empezaron las movilizaciones, Moncloa sólo ha tratado que las protestas campesinas no deriven en una nueva ola de indignación como ocurrió con los pensionistas. Por medio, argumentos improvisados y poco sólidos y un intento de demonizar a las grandes superficies comerciales.

Esta revuelta del sector primario le crece exponencialmente a Pedro Sánchez. El estacazo que viene de Bruselas incrementará las lógicas quejas del campo, que ve cómo el Gobierno es incapaz de mostrar empatía y ofrecer soluciones reales para afrontar sus problemas más acuciantes, como la competencia desleal de terceros países y, ahora, el grifo que nos corta Europa.