Pablo Iglesias ha tenido la habilidad política de presentar una oferta irrechazable a Pedro Sánchez para tratar de demostrar ante la opinión pública que el líder socialista quiere ir a elecciones a toda costa. Y que las quiere no por las razones que ha venido esgrimiendo hasta ahora, sino por los buenos resultados que le pronostican las encuestas.  

El mismo día que el CIS de Tezanos otorgaba otra holgada mayoría electoral a Sánchez, Iglesias le telofeneaba con una oferta de coalición generosísima: investirle, aprobarle los Presupuestos y salirse del Gobierno sin retirarle el apoyo parlamentario si en seis meses considera que la fórmula no funciona. Todo facilidades.

Envenenada

Evidentemente se trata de una propuesta envenenada: Iglesias sabía que iba a ser rechazada porque el líder socialista hace tiempo que perdió la confianza en Podemos y porque, aunque con dudas, acarició desde el principio la idea de formar un gobierno monocolor

Así pues, lo que intenta el secretario general de Podemos es dar el primer golpe de cara a la cita con las urnas. Trata de hacer ver que Sánchez es el culpable de que haya que repetir las elecciones, que no negoció de buena fe y que los llamamientos a la colaboración fueron un paripé. Aunque está por ver que Iglesias consiga su objetivo, lo cierto es que ya ha generado nerviosismo en el PSOE.

Abstención

Tal y como hoy informamos en EL ESPAÑOL, hay socialistas que, por primera vez, admiten en privado que esta situación les pone en un aprieto, y que la campaña no será tan fácil como esperaban. Muchos dirigentes del PSOE temen la abstención y la posibilidad de un rearme del centroderecha. 

El sueño de Sánchez para el cada vez más cercano 10-N es multiplicar sus escaños gracias al derrumbe de Podemos y de Ciudadanos. Pero ¿y si Iglesias vuelve a resucitar al final como ocurrió el 28-A? ¿Y si cala en la opinión pública el mensaje de  que Sánchez ha estado realmente de campaña en los últimos cinco meses? Entonces, aún habría partido.