El anuncio de Josep Borrell de "limitar" las actividades de Leopoldo López en la embajada de España en Caracas, donde el líder opositor venezolano se encuentra como "acogido", ha puesto en pie de guerra a la oposición, tanto en España como en la Unión Europea. 

Pablo Casado, Albert Rivera, pero también el eurodiputado González Pons o la vicepresidenta saliente de la subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, Beatriz Becerra, han lamentado la "equidistancia" del Gobierno español en Venezuela.

Soplar y sorber

Lo cierto es que, en el conflicto venezolano, Sánchez se ha propuesto desde el principio soplar y sorber al mismo tiempo. Ha reconocido al presidente encargado, Juan Guaidó, pero no ha recibido a su embajador. Ha pedido una transición a la democracia en el país, pero no ha secundado la movilización popular para echar a Maduro. Ahora acoge en la embajada a Leopoldo López, pero anuncia de inmediato que limitará su libertad de expresión.

Con razón Beatriz Becerra señalaba este viernes a EL ESPAÑOL la contradicción del Gobierno, que mientras se propone tapar la boca al disidente venezolano, un reconocido luchador por la libertad, aquí, en España, permite todo tipo de visitas en la cárcel, entrevistas y ruedas de prensa a quienes han intentado dar un golpe de Estado.

Altavoz

Si la situación no fuera por sí sola lo bastante complicada, la relación de Sánchez con quien está llamado a ser su principal socio en la próxima legislatura enturbia todo aún más. Pablo Iglesias insiste en apoyar a Maduro y ha sembrado la insidia al desvelar que Borrell admite en privado que fue "un error" reconocer a Guaidó.

Es comprensible que el Gobierno no quiera que Leopoldo López convierta la embajada de Caracas en un altavoz de la rebelión contra el régimen venezolano en un momento de enorme tensión como el actual. Pero Borrell podría haber sido mucho más discreto y pedirle a su invitado un comportamiento prudente, en lugar de intentar congraciarse con Maduro aireando públicamente una censura que revuelve la conciencia a cualquier demócrata. Al final va a parecer que la embajada española en Venezuela es una cárcel y las cárceles españolas, embajadas para los separatistas.