El grito que este domingo han proferido en Madrid decenas de miles de personas procedentes de las zonas más despobladas del país podría resumirse en una sola palabra: socorro. La España rural se muere, convertida en un auténtico desierto demográfico.

Es cierto que estamos ante un fenómeno que no es exclusivo de España, que la tendencia al desequilibrio poblacional sigue esa misma tendencia en Europa, pero quedarse ahí sería un error. Resulta dramático que una veintena de provincias españolas aparezca ya en la lista de las zonas con menor densidad de habitantes del continente. Soria y Teruel, grandes protagonistas de la manifestación de Madrid, son dos ejemplos.

Sangría

El problema es muy serio. Esa mitad del territorio que ya se conoce como la España vacía reúne únicamente al 5% de la población del país, y no hay elementos para el optimismo: la sangría continúa y la edad media en el mundo rural supera los 50 años.

La revitalización de los pueblos es fundamental para el sector primario y para la preservación del medio ambiente, sometido a amenazas como los incendios. También para la protección de una enorme riqueza cultural que va desde el folclore y las tradiciones a la conservación de iglesias, monasterios, fortalezas y un gran patrimonio de singular valor. 

Pacto de Estado

La presencia de varios ministros y representantes de los principales partidos en la jornada de reivindicación de este domingo irritó a muchos manifestantes, hartos de buenas palabras y pocos hechos, cansados de la demagogia y de que se haga oídos sordos a sus reclamaciones. ¿Hubieran incluido los políticos en en su agenda la manifestación de no haber elecciones de aquí a cuatro semanas y de no decidirse cerca de un centenar de escaños en esa España despoblada?

Hace falta un plan de desarrollo rural para mejorar infraestructuras y servicios públicos, para que quien decida formar una familia lejos de la ciudad pueda hacerlo con un mínimo de garantías. Será necesario un pacto de Estado, inversiones, y mirar al campo con menos paternalismo, oyendo sus reivindicaciones también cuando no haya elecciones.