Este domingo se ha clausurado en Madrid la Convención del Partido Popular bajo el lema "España en libertad" con el discurso de su presidente, Pablo Casado. El partido, dejado en estado catatónico por Mariano Rajoy y abierto en canal por la corrupción, necesitaba volver a sus referentes fundacionales y encontrarse a sí mismo.

De ahí el retorno de José María Aznar, el guiño del propio expresidente a aquel "ni tutelas ni tutías" de Manuel Fraga y no pocas referencias al ya lejano Congreso del Partido Popular en Sevilla de 1990, el mismo cónclave que consagró a Aznar como líder de la formación y que también incluyó el término "libertad" en su eslogan.

Desafío

Bien es verdad que en aquella época el reto que José María Aznar acometió era muy distinto. Para empezar tuvo que hacer frente a un felipismo que había erosionado las instituciones del Estado; pero también hubo de integrar bajo su mandato a diferentes familias ideológicas. 

No obstante, el desafío de Casado es diferente al que tuvo que emprender Aznar, pues lo que ha demostrado la Convención del pasado fin de semana es que Pablo Casado tiene un proyecto y a la vez un desafío: aglutinar y asumir algunas tesis de Vox y situar, al mismo tiempo, al PP en el centro liberal de Cs. Es decir, poder atraer a un centrismo y a una derecha dura que cuentan ya con siglas propias. 

Perfil definido

Casado ha marcado un perfil definido para el PP con su cerrada defensa de la nación frente al desafío separatista, la promoción real del liberalismo económico y un inequívoco compromiso con Europa y con la libertad y la democracia en Hispanoamérica. Esa misma defensa de la libertad que capitalizó las intervenciones del propio José María Aznar o del premio Nobel, Mario Vargas Llosa.

De hecho, Casado ha conseguido consolidarse como el líder que el PP precisa para volver al tablero político: es capaz de encarnar los anhelos colectivos y pese a su juventud tiene muchas posibilidades de éxito. Su discurso, de entrada, ya ha conseguido conducir al partido a una segunda refundación como la que en 1989, y de la mano de Fraga, integró a liberales, conservadores y democristianos. Y que preparó a la formación para sus mejores años.