Si lo que el presidente del Gobierno pretendía con su visita a Barcelona era dar sensación de normalidad, su iniciativa ha sido un absoluto fracaso. A un Consejo de Ministros celebrado en una ciudad tomada por los violentos hay que añadir una víspera en la que el Gobierno regaló al separatismo la escenificación de una cumbre bilateral. 

Son ridículas las explicaciones del Gobierno para justificar por qué en el documento conjunto emitido con la Generalitat se omitía la palabra Constitución. El argumento de que la referencia se daba por sobreentendida podría servir para quien la respeta, pero jamás para aquellos que se han propuesto crear una legalidad alternativa y han aprobado en su Parlamento leyes de desconexión y un orden jurídico al margen de la Ley. 

Dos procesos

Pero hay más. El lema que este viernes abría la manifestación azuzada por los socios de moción de Sánchez era "Tumbemos el régimen del 78". Ese propósito va mucho más allá de las aspiraciones independentistas de un territorio concreto, pues afecta directamente a la totalidad de los españoles

Es interesante comprobar cómo el lema es el mismo que viene proclamando Pablo Iglesias, lo que demuestra que hay dos procesos en marcha para romper la Nación: el que impulsa el separatismo y la revolución contra la España constitucional que encarna Podemos, significativamente aliado también de Sánchez. 

Incongruencias

Hasta las medidas del Consejo de Ministros pensadas para Cataluña, como darle al aeropuerto de Barcelona el nombre de Josep Tarradellas o rechazar la sentencia de Lluís Companys, son otro error, por incongruentes y porque vuelven a reabrir el debate de la Guerra Civil. Hay que recordar que, si bien Tarradellas y Companys militaron en ERC, simbolizan históricamente cosas muy distintas. Mientras Tarradellas se redimió en la Transición por su apuesta decidida por la democracia, Companys consintió bajo su mandato crímenes de lesa humanidad que hoy podrían ser juzgados por el Tribunal de La Haya. 

En realidad, lo vivido esta semana en Cataluña es la manifestación más dolorosa de que Pedro Sánchez es incapaz de controlar el incendio que él mismo ha avivado. Es cierto que si lo que buscaba era ganar tiempo, lo ha conseguido. Ahora bien, las llamas siguen creciendo y tarde o temprano acabarán por quemarlo.