La decisión de Pedro Sánchez de dar cobijo en el puerto de Valencia al buque Aquarius, en el que viajan 629 migrantes y refugiados abandonados a su suerte en el Mediterráneo, hay que considerarla, en primer lugar, como la respuesta lógica ante una alarma humanitaria de primera magnitud.

“Es nuestra obligación ayudar a evitar una catástrofe humanitaria y ofrecer un puerto seguro a estas personas”, ha dicho el comunicado de la Presidencia del Gobierno. De las personas rescatadas por Médicos Sin Fronteras (MSF) y Sos Meditarranée que viajan a bordo del Aquarius, 123 son menores no acompañados, 11 de ellos niños pequeños y hay también siete mujeres embarazadas.

Se acabó “el mirar para otro lado”

MSF ha señalado que la situación del barco empieza a ser complicada y no parece probable que pueda llegar a España. La comida y la bebida ya escasean y el estrés y el hacinamiento ya están haciendo mella en los migrantes, que empiezan a mostrarse nerviosos y a preguntar cuándo llegarán a tierra. Algunos, además, son potencialmente vulnerables y ya están cerca de necesitar una atención médica avanzada. Ante esta situación, la tripulación del 'Aquarius' ve “muy complicado llegar al puerto de Valencia”.

El barco navegaba a mitad de camino de las costas de Italia y Malta después de que desde el pasado sábado fuera rescatando a centenares de migrantes y refugiados que, desde las playas de la costa libia, pretendían llegar a Europa en pateras y otras embarcaciones de escasa fiabilidad. Desde un primer momento, Roma y La Valeta se negaron a permitir el atraque del Aquarius en ninguno de sus puertos, quedando el barco en tierra de nadie. Es entonces cuando ha entrado en acción el Gobierno español.

La autoridades italianas han hablado del “buen corazón” del Ejecutivo de Pedro Sánchez y el nuevo ministro de Exteriores, Josep Borrell, ha destacado que la decisión de España ha roto, de una vez por todas, la actitud de la Unión Europea “de mirar para otro lado” en la crisis de los refugiados.

Para Borrell, “el problema es de todos”

Tras señalar que “por lo menos estos no se van a ahogar”, Borrell ha puesto el dedo en la llaga al señalar que “el problema es de todos, un año de Grecia, otro de Italia, y puede que pronto nos toque a nosotros”. Los países de la UE tienen que abordar esta cuestión en el próximo Consejo Europeo “y resolverlo de manera solidaria entre todos”, ha declarado.

El problema para nuestro país es el efecto llamada que pueda provocar una decisión de este calado, y si Pedro Sánchez ha tenido en cuenta todas las derivadas de esta acción humanitaria. Si las mafias que envían sus pateras a Europa empiezan a ver a España como un ‘puerto abierto’ permanente, la llegada de inmigrantes puede multiplicarse en las próximas semanas. Y eso podría conllevar el riesgo de que los especuladores sin escrúpulos que tratan como fardos a los seres humanos intensifiquen una actividad que ha convertido el fondo del Mediterráneo en el cementerio de demasiados sueños perdidos.