El debate que precedió a la primera votación de investidura de Quim Torra ha confirmado que el 155 blando de Rajoy no ha servido para contener al separatismo, sino para envalentonarlo. El punto de partida de su programa de gobierno –por llamarlo de alguna manera- es que el 1 de octubre quedó aprobada en referéndum la creación de la ‘República Catalana’ como Estado independiente y que ha llegado el momento de abrir un “proceso constituyente” para dotarla de una Constitución que culmine su ruptura con España. Según este planteamiento, el “presidente legítimo” de esa ‘República Catalana’ era, es y seguirá siendo el huido Puigdemont y la función de Torra es tan sólo recuperar el control de la Generalitat y su presupuesto para reanudar la tarea de seguir destruyendo a la España constitucional desde el gobierno autonómico.


Sólo alguien con la insensatez de los fanáticos podía anunciar tan a las claras que su propósito es vulnerar la legalidad en una clara continuidad de los hechos delictivos que han desembocado en el procesamiento y prisión provisional de sus antecesores. Quim Torra daba ese perfil, impregnado de racismo y xenofobia, y por eso le ha elegido Puigdemont, a modo de kamikaze u hombre-bomba, enviado desde Berlin a inmolarse obedientemente por la causa.

En la senda del fascismo catalán


El tono burlón y prepotente con que despachó las críticas a los tuits en los que identificaba a los españoles con el “expolio”, la falta de “vergüenza”, la “aniquilación” de Cataluña y hasta la “locura” ha terminado de definirle. Inés Arrimadas explotó de indignación en una réplica antológica, recordando que en las ideas y actitudes de Torra hay todavía cosas peores.


La portavoz de Ciudadanos aludió en concreto por dos veces al homenaje a Daniel Cardona, promovido hace apenas cuatro años por el hombre que está a punto de encaramarse a la presidencia de la Generalitat. Cabe recordar que el tal Cardona fue el fundador del grupo fascista “Nosaltres sols!” que predicaba la insurrección armada contra España. Cualquiera puede encontrar en internet su cita más célebre: “Un cráneo de Ávila no será nunca como uno de la Plana de Vic. La antropología habla más elocuentemente que un cañón del 42”.


Los artículos publicados durante la última década por Torra están llenos de expresiones continuadoras de ese pensamiento y esa invitación a la acción violenta. “Hace falta un nuevo Prat de Molló”, asegura en uno de ellos, aludiendo al fallido intento de invasión de España desde Francia, protagonizado por Maciá. No en vano fue también el director del Museo del Born que impulsó la exposición con la que se manipuló el tricentenario de 1714, convirtiendo una guerra entre dos casas reales europeas, con catalanes en ambos bandos, en la agresión española a las libertades catalanas.


Que un individuo así –un frikie del supremacismo catalán, para entendernos- pueda estar a un solo paso de alcanzar la presidencia de la Generalitat indica la degeneración del bando soberanista. Si Mas empeoró a Pujol y Puigdemont empeoró a Mas, parece garantizado que con Torra aún se caerá más bajo. Y veremos si con eso resulta suficiente.


La CUP decide, Rajoy acata


Porque, tras el crispado debate de ayer, en el que volvieron a aflorar las “dos Cataluñas” de las que habla Montilla en su extensa entrevista de este domingo en EL ESPAÑOL, lo verdaderamente grave es que el único impedimento que separa a Torra de la investidura sea la decisión que pueda adoptar la CUP. O sea que un movimiento anti-sistema, con una rama juvenil cada vez más violenta como Arran, considere a Torra lo suficientemente radical y rupturista. Por algo dijo Arrimadas que, más que un gobierno autonómico, el aspirante parece querer dirigir “un GDR”.


Lo inaudito es que ni por la vía del recurso ante el Constitucional para impedir el voto delegado de los huidos, ni por la vía de una prórroga del 155 –que el Senado podría perfectamente aprobar- vaya a poner Rajoy el menor impedimento a esta restitución de los poderes de la Generalitat a los golpistas. Los balbuceos del Gobierno, tras escuchar el desafiante discurso de Torra, apenas si sirven de cortina de humo para su infame y egoísta parálisis. Porque detrás de esa cortina sólo están los cinco votos del PNV que, al apoyar el Presupuesto, permitirán a Rajoy seguir arrastrando la triste figura de su estéril minoría por los meses de la basura de la legislatura más nefasta de nuestra historia democrática.