Podemos parece decidido a exhibir sus problemas con luz y taquígrafos. De otro modo no se entiende que el líder del partido, Pablo Iglesias, convocara este jueves de urgencia a los medios de comunicación para anunciar un “acuerdo de unidad” entre Íñigo Errejón y Ramón Espinar cuya única virtualidad fue una fotografía de los dos visiblemente incómodos.

El secretismo en torno al contenido de un acuerdo anunciado a bombo y platillo, y del que sólo trascendió que Espinar irá de tres en la lista que encabezará Errejón para convertirse en el candidato de Podemos a la Comunidad de Madrid, resultó llamativo y puede que contraproducente, si de lo que se trataba era de poner en valor el final de las hostilidades entre facciones.

El 'cuidador' de Podemos

Y la forma en que Pablo Iglesias volvió a ejercer de recto tutor tan sólo sirvió para dejar  patente quién manda. Él mismo abonó esta impresión cuando, tras presentar a ambos y subrayar que cinco millones de votantes le habían encomendado “cuidar de Podemos”, hizo mutis por el foro.

La apostura profesoral de Iglesias es congruente con su rapapolvo público de hace unos días, cuando aludió a Errejón para decir aquello de “¡Ni media tontería”. Pero tampoco contribuye a pensar que aquí se ha acabado la trifulca. La prueba de que el acuerdo Errejón-Espinar no garantiza la paz interna es que los terceros en discordia, los anticapitalistas de Lorena Ruiz-Huerta, emitieron a los pocos minutos un comunicado criticando el apaño.

Los 'anticapi' a la contra

Así pues, aunque la corriente mayoritaria en Podemos había anunciado que no presentaría su propia candidatura al proceso de primarias, habrá que esperar a que este viernes expire el plazo.

Para lo que sí ha servido el pacto es para firmar el acta de defunción política de Carolina Bescansa. Fundadora de Podemos y referente del sentido común cuando criticó la aproximación del partido al separatismo, ha caído definitivamente en desgracia tras publicar por error una propuesta para descabalgar a Iglesias. Guerras intestinas, intrigas palaciegas, fotos de conciliación sin credibilidad y líderes sacando músculo: esa es la aportación de Podemos al debate en Madrid en plena agonía política de Cristina Cifuentes.