El recibimiento hostil al Rey por parte de grupos y dirigentes independentistas con motivo de su asistencia a la inauguración del Mobile World Congress (MWC) demuestra que el separatismo sigue empeñado en calentar la calle. En esa misión ya ha quedado absolutamente claro que los nacionalistas tienen un aliado en el populismo de izquierdas que en Barcelona encarna Ada Colau.

La alcaldesa se negó a rendir "pleitesía" -según sus palabras- al Rey y no estuvo en la recepción oficial, aunque luego sí acudió a la inauguración del congreso. Exactamente igual que el presidente del Parlament, Roger Torrent. Es decir, escenificaron su unidad quienes pretenden acabar con España y con nuestro modelo de sociedad.

"Un futuro mejor juntos"

Felipe VI estuvo impecable en su discurso. No entró en la provocación, citó a todas las autoridades presentes, habló en español, catalán e inglés y defendió que un certamen tan relevante siga celebrándose en Barcelona, mitigando así el daño hecho por el proceso separatista a la imagen internacional de Cataluña. Además, envió un aviso al independentismo: "El año que viene volveremos", dijo al final de su intervención, "para seguir creando un futuro mejor juntos".

Pero el papel impecable del Monarca no corrige la gravedad de la situación que vive  Cataluña y la fractura de la convivencia, que volvió a reflejarse en la calle con manifestaciones a favor y en contra de su presencia. Es bochornoso, por ejemplo, que los asistentes de todo el mundo llegados a El Prat tuvieran que soportar la bienvenida reivindicativa de los nacionalistas.

El error del Gobierno

Cada vez es más patente el error del Gobierno de optar por un 155 descafeinado y de anunciar que éste dejaría de aplicarse automáticamente al nombrarse un nuevo presidente de la Generalitat. Los acontecimientos indican que habría que reconsiderar en qué condiciones y con qué criterios se retira el 155.

Por lo pronto, este mismo lunes el Gobierno debería comunicar el cese a los altos funcionarios de la Generalitat que se negaron a acudir a la recepción del Rey y a la cena posterior, demostrando así que anteponen su sectarismo político a la defensa de un certamen importantísimo para el interés general.