El aplazamiento del pleno en el que según los separatistas debía de investirse a Puigdemont cayó este martes como una bomba en el independentismo. La decisión, tomada por el presidente del Parlament con el aval de su partido, no la esperaban sus compañeros de viaje, a los que ni siquiera les fue comunicada con antelación.

La respuesta de Junts per Catalunya, de la CUP y de entidades como la ANC fue airada y de indignación: sus diputados se negaron a abandonar la Cámara y se convocaron protestas ante el edificio, que llegaron a ser violentas, con lanzamiento de piedras a los Mossos d'Esquadra e insultos a los diputados constitucionalistas.

El hartazgo de ERC

Roger Torrent tenía que elegir entre obedecer al Tribunal Constitucional o investir a Puigdemont. Decidió lo primero. De otra forma se arriesgaba a ser procesado. Pero no es la única razón. En ERC se han cansado de la prepotencia de Puigdemont, que sigue en Bruselas mientras Junqueras permanece en la cárcel, que ignora absolutamente a los republicanos, pues sólo está pendiente de sus ambiciones políticas, y que pretende que todo se supedite a su figura.

Puigdemont debería de saber ya que nunca podrá ser investido. Es un fugado de la Justicia y el Estado no lo consentirá. En cambio, sigue pretendiendo que el nacionalismo se sacrifique por él, aun cuando eso tenga un alto coste personal para quienes se rebelen contra la legalidad. Posiblemente buscaba forzar una investidura de cualquier manera para crear la ficción del presidente legítimo en el exilio. No lo ha logrado. 

¿Nuevas elecciones?

Descolocado, el expresidente suspendió la conferencia que tenía prevista dar por la tarde y emitió un vídeo en su lugar en el que insistía en que el único "candidato posible" es él. Casi a la misma hora, sus partidarios convocaban una acampada en los alrededores del Parlament, síntoma de impotencia y del fracaso de otra jornada que debería haber sido histórica para el independentismo. Pero la realidad es que el frenazo a Puigdemont abre un nuevo escenario en el que no es descartable siquiera la convocatoria de nuevas elecciones.