A pocas horas del 1-O, la idea de que el bloque independentista va ganando la partida toma cuerpo entre la opinión pública. Rajoy y sus ministros esgrimen la falta de garantías del proceso para repetir el mantra de que este domingo no habrá referéndum en Cataluña. Sin embargo, los promotores de la ruptura no han dejado de llevar la iniciativa sin que ninguna de las medidas adoptadas para disuadirles haya truncado hasta ahora sus planes.

Carles Puigdemont lleva toda la semana participando en actos en los que no ha parado de llamar al voto; la comunidad educativa, controlada por el separatismo, se ha movilizado para ocupar los colegios electorales utilizando a los menores para evitar su cierre; la Asamblea de Pagesos ha tomado con sus tractores las ciudades con la intención expresa de impedir que los cuerpos de seguridad precinten los centros de votación; y este viernes, Oriol Junqueras, Jordi Turull y Raül Romeva han exhibido urnas de plástico compradas en China para dejar claro que el referéndum es imparable.

Rajoy enmudecido

El descaro con el que el Govern de Junts Pel Sí presume de tener el 1-O bien atado contrasta con el silencio de Mariano Rajoy, que asiste impasible a la política de hechos consumados del independentismo. Cuando el presidente del Gobierno suspendió su agenda exterior el pasado miércoles, se entendió que lo hacía para dedicarse de lleno a desactivar el desafío separatista. Sin embargo, desde entonces, permanece mudo.

La sospecha de que la debilidad de la respuesta política esté mermando la capacidad de acción del Estado parece fundada. A no ser que se produzca un giro de última hora, el secesionismo llevará adelante su pantomima de referéndum y se arrogará la legitimidad de declarar la independencia. La ausencia de controles en la composición de las mesas electorales y en el escrutinio no va a arredrar a quienes llevan meses haciendo gala de falta de escrúpulos democráticos. De hecho, Oriol Junqueras ya ha hecho su pronóstico sobre cuál será el resultado: 60% de participación y 80% de síes.

Operativo del domingo

La imagen de decenas de miles de ciudadanos yendo a votar por la independencia será un golpe duro para la democracia. Es normal, por tanto, que el absentismo de Rajoy en la crisis catalana genere inquietud en las altas instancias del Estado. De no cambiar radicalmente las cosas en las próximas horas, la gestión del 1-O dependerá sólo del operativo policial el domingo.

Las órdenes impartidas por el comisario Trapero a los Mossos, a los que ha pedido que acaten las instrucciones de la Fiscalía sin usar la fuerza, sólo pueden servir de acicate a quienes consideran que desobedecer las resoluciones judiciales es el colmo de la democracia. Además, deja de nuevo en una situación muy comprometida a los agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, en la diana de los exaltados como vimos la semana pasada.