José Luis Ábalos, Pedro Sánchez y Santos Cerdán en el Congreso de los Diputados.

José Luis Ábalos, Pedro Sánchez y Santos Cerdán en el Congreso de los Diputados. Efe

Columnas LOS PESARES Y LOS DÍAS

No es corrupción, es 'fundraising' contra la ultraderecha

La corrupción económica es el reverso de la corrupción política, núcleo de la simonía sanchista. Una malversación institucional cuyo correlato es el amaño de recursos públicos.

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Además de ofrecernos un apoteósico frenesí de redadas y batidas por los predios de los distintos capos socialistas, la traca final del tardosanchismo que ha explotado en los últimos días ha perfilado el organigrama completo de la corrupción estructural sobre la que descansa este Gobierno.

Una Trinque Connection para la que se necesitan varias pizarras.

La entrada en escena de la SEPI, otrora artífice de la primorosa revolución industrial española y hoy circunvalación del tráfico de influencias, permite concluir que el sistema de poder sanchista ha consistido en una auténtica simonía.

Su clave de bóveda es la matriz de empresas públicas, malversadas a discreción para otorgar canonjías a la cuadrilla del presidente, desde la que se centralizaba un ambicioso fundraising mediante mordidas de licitaciones.

Lo de usar las dependencias de la Administración para despachar negocios particulares no es, por tanto, una innovación de la señora del presidente.

Ahora comprendemos lo que entiende el PSOE por "empresas estratégicas", perpetuo tópico enarbolado para justificar la intervención pública de las compañías más lucrativas. Estratégicas para el sableo con que se han sufragado las redes clientelares que sostienen a esta socialdemocracia decadente y extractivista.

La exmilitante socialista Leire Díez a su salida del aparcamiento de la Audiencia Nacional.

La exmilitante socialista Leire Díez a su salida del aparcamiento de la Audiencia Nacional. EFE

En justicia cabe hablar de simonía. Porque el amaño de contratos públicos a cargo del séquito de apandadores del Peugeot no es sino el correlato del amaño institucional, modelo político del presidente falsario y plagiario por antonomasia.

Ha quedado constatado que existe una íntima solidaridad entre el entramado político sanchista y las tramas corruptas con las que el presidente se afana torpemente por poner un océano de por medio.

Es natural esta simbiótica sindicación entre quien codiciaba el poder y el parnaso de sacamantecas que codiciaba el Tesoro. El réprobo de Ferraz tuvo que valerse de los deshechos de tienta de cada una las federaciones, sublimado su encaste en la figura estética de Santos Cerdán, en quien confluían las tres ramas del tangentopoli sanchista: la depredación briosa, la fontanería hampona y la salacidad salazaresca.

No es casualidad que el negociador de la amnistía ("arquitecto de obras de gobiernos progresistas", según su declaración exculpatoria en el Supremo) fuera también el negociador de las comisiones con una constructora. Como tampoco que el administrador de esa compañía, Antxon Alonso, ejerciera a la vez de catalizador del apoyo del nacionalismo vasco a la moción de censura de Sánchez.

Y, rizando el rizo, no parece baladí que el partido que ha acreditado tanta familiaridad con el proxenetismo sea el mismo que se ha destacado por la prostitución de todas las instituciones. Del comercio carnal al comercio de votos por la investidura hay sólo un paso.

Si no cabe exceptuar al presidente de su órbita delincuencial, es porque la corrupción económica es el reverso de la corrupción política que encarna.

Ambos son vástagos del tronco de la corrupción moral, hábitat de quien ostenta una concepción privatista de la política.

De quien hace de la necesidad privada, virtud pública.

De quien ha desplegado una política del "muro" cuya divisa inconfesada es "lo personal es político".

La porosa frontera entre los negocios del Estado y los negocios privados, en suma, es el corolario de esta forma de gobierno genéticamente venal.

Nadie podrá decir, eso sí, que el Gobierno-de coalición-progresista no haya engrasado el ascensor social en España.

En esta Corte de los Milagros, una contable de un emporio de prostíbulos puede promocionar a catedrática y primera dama.

Un portero de antros nocturnos tiene a su alcance convertirse en consejero de Renfe.

Y ni siquiera un concejal de pueblo resentido tiene vedado el medro a lo largo de todo el cursus honorum conducente a la presidencia de una cleptocracia absolutista.