'Pajes' (fragmento de cuadro al óleo, no abstracto, de Fernando Arrabal).
Beatniks
El dramaturgo Fernando Arrabal, último gran genio del siglo XX, escribe cada domingo en EL ESPAÑOL, recordando sus vivencias con las mayores figuras de la cultura universal.
Por primera vez, en 1977, tuve la dicha, la algarabía y el desmadre de conocer en Nueva York al "poeta beatnik" Allen Ginsberg. Por cierto, con Jack Kerouac.
Casi veinte años después, fue Allen quien llamó a mis amigos o teatreros de mis obras, los que me acogieron en New York: mis pajes... en español. Como hubiera podido llamar un japonés a los mismos de Tokio, o un argentino para los de Buenos Aires.
En Nueva York, mi primera obra de teatro fue, evidentemente, Pic-nic, esta vez con Zoo Story de Edward Albee.
– Estoy afaenado y agobiado por mis estudios –me dijo al llegar el catedrático de Columbia University–, mi mujer te guiará en Nueva York estos dos primeros meses; es más joven que tú y no tiene nada que hacer.
Y añadió en perfecto español: "te ruego que te comportes como un caballero".
Como evidentemente así sucedió.
¿Qué hubiera sido de mí en mi primera visita a Nueva York, sin esta providencial ayuda? Es lógico que seis meses después volviéramos en un taxi al aeropuerto para mi vuelo a París, llorando.
Allen Ginsberg tuvo la paciencia de acompañarme a ver a mi casi-ídolo de catorce años Bobby Fischer durante parte del campeonato-USA 1957/58 de ajedrez.
[Que hoy le consideran, dicen las revistas especializadas, sin-información].
Es lógico: se celebraba en un self-service del Village. Si bien se llenaba el espacio para las finales, para los comienzos fuimos los únicos testigos. Por ejemplo, de la tercera partida contra el exprodigio Samuel Reshevsky.
En Cornell University, con una cámara antediluviana, de ella realizamos rushes, que yo quisiera hoy montar. Thomas Pynchon y Kirkpatrick Sale se proponían crear una comedia musical de ciencia ficción.
Pero nunca más supe de aquella mujer insuperable que se suicidó poco después. Había escrito una gran y famosa novela a los catorce años, que se publicó a sus dieciocho.
En marzo de 1959 pasé una semana en La Habana, dos meses después-de-la-tremenda-victoria-de-la-revolución. Viví en un YMCA con los cuartos divididos solamente por sábanas tendidas.
Me acogió Mercedes González, una universitaria que representaba a Lis en Fando y Lis. Me llevó al pie de las escalinatas de la Universidad para escuchar el discurso revolucionario-y-victorioso-siempre del Che. Resultó que Guevara dijo cosas que no gustaron en absoluto:
– En Cuba la monocultura del azúcar destruye la riqueza nacional, etcétera.
Luego, la deliciosa Luisa me llevó al Malecón, a conocer a su madre que vivía en un quinto piso. Me presentó a grito pelado:
– ¡Mamá! ¡Mamá! Mira: ¡un galleguito!
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Cinco seudoarrabalescos para Pajes
"El desencanto es menos frustrante ¿que la insensatez?"
"Somos muy capaces de regenerarnos ¿demasiado pronto?"
"Repitámoslo: no hay nada tan desprendido y altruista ¿como amar?"
"El instructor italiano nos decía en Getafe: veo a algunos que no están"
"El buen gusto conduce ¿al agotamiento indiferente?"
"Es tan fino y sensible ¿que siente su vello crecer?"
"El conocimiento puede atrofiar ¿más que la memez?"
"Quisiera decir algo muy corto; ¿fue demasiado corto?"
"El despojo creó durante decenios ¿el fárrago y el desbarajuste?"
"Su mísera y sufrida cara de "sentado"… ¿deshecha por el choque de un pastel de nata?”
"Tan común ilusión: ¿la sustancia?"
"Hacer como si ¿se comprende?"
"Lo más significativo… ¿carece de significación?"
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Poemas plásticos
Precisamente: "Poème Plastique"
Ghost Rider.
"Será como nosotras: jugadora de la liga WNBA".
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Hasta la próxima semana, si el infinito me presta vida.