Un grupo de mujeres y niños en la frontera de Sudán y Sudán del Sur.

Un grupo de mujeres y niños en la frontera de Sudán y Sudán del Sur. Cedida World Vision

Columnas TIRANDO DEL HILO

¿Por qué no nos importan los muertos de Sudán?

¿Por qué no hay convoyes de activistas camino de Darfur, con guitarra y pandereta en mano, listos para entregar ayuda humanitaria?

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Las imágenes satelitales generan un escalofrío que recorre toda la columna. Bultos compatibles con el cadáver de un ser humano, decoloraciones rojizas del suelo que parecen charcos de sangre.

Todo ello identificable desde las alturas y a buena distancia.

Según el Laboratorio de Investigación Humanitaria de la Universidad de Yale, estas imágenes parecen mostrar matanzas masivas en la ciudad occidental sudanesa de El Fasher. Una ciudad que llevaba más de año y medio asediada por la organización paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). 

“Dondequiera que estés en El Fasher, verás cadáveres esparcidos por todas partes”, cuenta a Al Jazeera una refugiada que llegó a Tawila, al oeste de El Fasher, después de que su ciudad cayese ante las fuerzas paramilitares. 

Hambruna. Violaciones. Matanzas indiscriminadas. 

Y el silencio es atronador. 

Alrededor de 130.000 niños y niñas en Sudán están en condiciones desesperadas.

Alrededor de 130.000 niños y niñas en Sudán están en condiciones desesperadas. UNICEF

Frente a más de 150.000 muertos, frente a más de doce millones de desplazados, frente a más de dos años de sangrienta guerra civil, la respuesta internacional frente a la peor crisis humanitaria del mundo brilla por su ausencia.

Pienso en las imágenes de los charcos de sangre y en ese mar de dudas que contienen. 

¿Por qué esta indiferencia?

¿Por qué este silencio frente a una limpieza étnica?

¿Por qué no se habla de un posible boicot internacional a los Emiratos Árabes Unidos, uno de los principales apoyos del bando paramilitar, que se beneficia del oro del país? 

¿Por qué no hay convoyes de activistas camino de Darfur, con guitarra y pandereta en mano, listos para entregar ayuda humanitaria?

¿Dónde están las campañas digitales y las chapitas y las manifestaciones que llenan las avenidas de las capitales occidentales? 

¿Qué convierte a una tragedia en más llamativa, en más impactante, en más merecedora de nuestra atención? 

¿Qué la invisibiliza?

¿Es la distancia? ¿O la pobreza absoluta? ¿Es la sensación de que se trata de otra realidad? 

El caso de Sudán no es un conflicto que esté alejado de nuestra realidad. Es un conflicto que nos pone de frente con el orden mundial contemporáneo y los intereses externos que ahogan a una población que nada obtiene de sus propias tierras, más allá de la pobreza y la devastación más absoluta. 

¿Qué dice el haberles dado la espalda de esta forma, durante todo este tiempo? ¿El haber habitado durante dos años el desinterés más absoluto frente a su realidad? 

“El mundo lo sabía y permaneció en silencio”, dijo Elie Wiesel, un superviviente del Holocausto, en su discurso de agradecimiento tras recibir el Nobel de la Paz en 1986.

“La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio anima al torturador, nunca al torturado. A veces debemos interferir. Dondequiera que haya hombres o mujeres perseguidos por su raza, religión u opiniones políticas, ese lugar debe convertirse, en ese momento, en el centro del universo”.

Wiesel también dijo que lo que necesitaban las víctimas, por encima de todo, era no sentirse solas.

Saberse vistas y acompañadas. Y saber que cuando sus voces fuesen silenciadas, les prestaríamos las nuestras.

Porque, “si bien su libertad depende de la nuestra, la calidad de nuestra libertad depende de la suya”.