Los bomberos extraen el agua de un túnel donde se acumulan vehículos tras las fuertes lluvias en Alfafar, Valencia, el año pasado. Reuters
En el aniversario de la dana, el barro sigue ahí
La dana fue una prueba operativa y moral, y la suspendimos, porque nuestros representantes políticos ni supieron ni quisieron hacer su trabajo con diligencia y pulcritud.
La dana no fue un fenómeno meteorológico. Fue una prueba operativa y moral, y la suspendimos, porque nuestros representantes políticos, a quienes les hemos encargado que hagan su trabajo con diligencia y pulcritud, ni supieron ni quisieron hacerlo.
Lo que vino después de las riadas (el abandono, la negligencia, la manipulación de la catástrofe, la apropiación de la épica ciudadana) sigue siendo, a fecha de hoy, de lo más indecente que a nuestro país le ha tocado soportar.
La dana es la radiografía de un país que ya no se escandaliza ante el abandono. Y el barro, literal y metafórico, es la memoria física de ese abandono.
Si algo revela este aniversario es que seguimos viviendo encima de él, haciendo como si no lo pisáramos. Un año después, sigue siendo el espejo donde se refleja un poder que huyó del barro y en el que no ha vuelto a mirarse. No sea que ese espejo se lo trague.
365 días después de aquel 29 de octubre que muchos valencianos llaman ya su Día de Muertos, el barro sigue ahí. En los márgenes de las carreteras, en los cajones de los despachos, en los comercios que no pudieron volver a abrir, en los barracones escolares, en las promesas incumplidas.
Pero también en la mirada de quienes no olvidan.
Del barro salieron los voluntarios, pero no el poder político.
Pedro Sánchez, acompañado por Diana Morant (i), Carlos Mazón (2i), y Pilar Bernabé (d), visita el Centro de Coordinación Operativo Integrado (CECOPI) de la Comunidad Valenciana. Efe
Un año después, mientras los valencianos aún esperan las ayudas prometidas, el Gobierno de España ha tenido los santos bemoles de contratar una campaña publicitaria para contar lo que hacían las víctimas desesperadas… y un puñado escogido de cargos socialistas valencianos que aseguran que estaban en su puesto de trabajo.
"Yo sé dónde estaba. Y tú ¿dónde estabas?", se titula.
No, el presidente Sánchez no sale en los vídeos.
También han incluido en esa campaña el lanzamiento de un mapita de geolocalización llamado "Infodana Recuperación" para ver cómo se han repartido 7.000 millones de ayudas (que el Gobierno llama inversión). La mitad viene del Fondo de Compensación de Seguros.
Lo que no muestra es que no se ha cumplido siquiera la mitad de lo anunciado.
Ni el plan de viviendas ni las compensaciones prometidas. La reconstrucción de los colegios dañados sigue encallada, y los comercios de Paiporta o Alcàsser —esos que fueron portada durante apenas unas semanas— se sostienen gracias a los vecinos, no a las instituciones.
Pero el gobierno encabezado por Pedro Sánchez ha decidido escribir otra versión. En su relato, la dana fue una prueba superada con nota. En su vídeo oficial, entre imágenes de nubes y sonrisas, nuestro presidente del Gobierno ha proclamado sin pudor que "España se levantó unida".
Ninguna mención al caos burocrático, al desamparo ni a las ayudas congeladas durante meses. Ningún reconocimiento a los voluntarios que se dejaron la piel con una pala y una escoba cuando el Estado se evaporó.
El día de la DANA, “no sabíamos hasta dónde iba a crecer el agua y no sabíamos si podríamos sobrevivir”.
— PSOE (@PSOE) October 27, 2025
Yo sé dónde estaba el 29 de octubre de 2024.
¿Y tú, dónde estabas? pic.twitter.com/XzyGCwBnrz
La obscena burbuja política ya ha evidenciado con creces que es incapaz de entender y trabajar para la España real. La que no esperó órdenes ni permisos durante días. Los chavales que limpiaban sótanos con las manos, los guardias civiles, militares de la UME y bomberos exhaustos, los vecinos que dormían en polideportivos, los funcionarios municipales embarrados…
El propio presidente Sánchez demuestra a diario que es capaz de borrar la realidad mientras la pronuncia.
Este domingo, en León, volvió a exhibir su capacidad para negar lo evidente: habló de "un Gobierno que no deja a nadie atrás" mientras Valencia sigue a medio levantar. Y le echó la culpa de su palmaria incomparecencia, de la flagrante omisión de socorro del gobierno de España, a Alberto Núñez Feijóo y a Santiago Abascal.
Con un par.
Si algo ha desnudado la dana es la inutilidad política llevada a su máxima expresión. Carlos Mazón, presidente de la Generalitat, es la encarnación del vacío, la incompetencia y la elusión de responsabilidades.
Es cierto que resulta imposible probar si determinadas decisiones concretas habrían evitado o aminorado la tragedia. Pero lo que todos sabemos es que la máxima autoridad ejecutiva de la región no estaba.
Mazón, el ausente. El hombre que siguió con su inexplicada agenda social mientras el agua se lo llevaba todo. La inoperancia de los mandos designados, el silencio y las horas perdidas. Las alertas que no sonaron, los mandos que no aparecieron, los protocolos que fallaron, el encadenamiento de excusas y mentiras… permanecen sin respuesta.
Esa comida de cuatro horas en El Ventorro, por Dios.
Carlos Mazón, el barón que desmontó a Feijóo de ese sillón presidencial que casi tocaba con los dedos cuando, al día siguiente de ganar las autonómicas, firmó su pacto cutre con Vox, sigue parapetado en su propio Ventorro.
Mientras el PP mantiene esa aberración, la Comunidad Valenciana continúa huérfana de una voz moral que la defienda sin cálculo.
En cualquier caso, Pedro Sánchez y Carlos Mazón se parecen más de lo que ninguno estaría dispuesto a admitir: viven de la propaganda, han traicionado la dignidad de su cargo, se aferran al poder por encima de cualquier límite imaginable, han hecho del simulacro su oficio y mienten sin rebozo.
Ninguno pisa el barro.
El funeral de Estado, que presidirá el rey Felipe VI, como corresponde, será un acto solemne, pero no reparador. Las asociaciones de víctimas ya han mostrado su incomodidad ante la presencia de Mazón y del presidente del Gobierno. No les faltan razones.
El barro es memoria, pero también es juicio.
Que el aniversario de la dana sea de verdad un punto de inflexión. Que recordemos no para revivir el dolor, sino para transformar el sistema. Y que la próxima vez que la tragedia golpee, hagan lo debido quienes tienen la obligación y el mandato de hacerlo.