Firmantes de la ILP que propone la derogación de la tauromaquia como patrimonio cultural.

Firmantes de la ILP que propone la derogación de la tauromaquia como patrimonio cultural. Europa Press

Columnas LOS PESARES Y LOS DÍAS

Aunque rabies, los toros también son tu cultura

Sólo quien maneja una concepción errada de cultura, deformada por el vicio individualista y presentista, puede negar que la tauromaquia pertenece al modo de ser histórico de España.

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La moruchada de Sumar y Podemos, geniuda pero mansa, ha tragado el doblón por bajo que le ha pegado el maestro Pedro Sánchez, el Bombita de Pozuelo, el Niño de las Saunas, siempre en figura.

Quisieron creer que el PSOE, partido que debe su éxito a la ladina ambivalencia, les secundaría en su fatua antitaurina, dado que en un primer momento aseguró que votaría a favor de la toma en consideración de la Iniciativa Legislativa Popular contra la tauromaquia.

Gracias a que el PSOE decidió sobre la bocina abstenerse en la votación de este martes, el Pleno del Congreso rechazó darle bola a una iniciativa ciudadana que buscaba terminar con la protección nacional de la fiesta, retirándole la categoría de Bien de Interés Cultural.

Los promotores de la ILP, que preconizan la "compasión" ante la "tortura" de los animales, participan del mismo equívoco fundamental que todos los antitaurinos: creer que su acerada sensibilidad ante el evidente sufrimiento del toro es un avance ilustrado dimanante de una mayor sofisticación civilizatoria.

Pero lo que testimonian es lo contrario: un infradesarrollo espiritual propio de los primitivos que se muestran incapaces de salir del plano de la afectividad para contemplar el fenómeno taurino desde la provincia de la inteligencia, que es lo que requiere la fiesta para ser comprendida.

Manifestantes en la protesta antitaurina Misión Abolición 202.

Manifestantes en la protesta antitaurina Misión Abolición 202. Europa Press

Este error primigenio es el que anima también el nombre de la ILP: "No Es Mi Cultura".

Y es cierto que no está muy claro qué cosa sea la "cultura", más allá de la atribuida a "las gentes del Mundo de la Cultura", a la sazón el elenco de virtuosos de la subvención que firma manifiestos a favor del PSOE.

Como recordaba Gustavo Bueno, tan cultural es recitar versos en portugués como los misiles y las alcaprras, lo cual implica que cultura viene a ser "todo lo perteneciente a la jurisdicción del Ministerio de Cultura".

Aunque si hablamos de la cultura como el acervo de expresiones del genio de un pueblo, ¿quién podría negar que la tauromaquia es un pilar central de la cultura española?

Si los toros son la fiesta nacional es porque constituyen la expresión plástica del carácter español. Una tradición que, como explicaba José Bergamín, corporiza nuestra contradictoria oscilación entre lo clásico y lo castizo, entre lo temperamental y el raciocinio, entre lo apolíneo y lo dionisíaco, entre la pasión y la geometría.

La fiesta de los toros encarna "la unidad de estilo del alma española", decía el poeta, que es "la conjunción viva de estoicismo y cristianismo", la inquietud hecha inmovilidad. Entre el misticismo y la picaresca, entre el senequismo y el dontancredismo, asoma nuestro sentido gratuito y lúdico de la vida, que abraza el temor de Dios pero se burla solemnemente de la realidad de la muerte y triunfa sobre ella mediante el engaño.

De manera que sólo quienes manejan una concepción errada de cultura, deformada por el vicio individualista y presentista, pueden afirmar que la tauromaquia no pertenece al modo de ser histórico de España.

Individualista porque considera la idiosincrasia cultural de una nación como una suerte de supermercado en el que cabe elegir, en función de un criterio de caprichosa preferencia subjetiva, entre los distintos productos culturales, salvando sólo aquellos que no resulten "anacrónicos" para la mentalidad de hogaño.

Y presentista porque entiende la cultura como el consenso de cada época sobre aquello digno de figurar entre las irradiaciones valiosas de su espíritu.

Tal es la visión que transpira el argumentario de la ILP, que invoca como argumento para desproteger la tauromaquia el supuesto (pero falso) declive en la estimación de la fiesta en el contexto de la sensibilidad animalista actual.

Y con ello olvida que una mayoría parlamentaria coyuntural no puede prevalecer frente al refrendo diario de la asistencia a las plazas (mucho más multitudinaria que las 700.000 firmas que han acaudalado los promotores de la ILP), y ante todo, sobre el plebicisto afirmativo de los siglos.

Por eso, es ocioso aducir que más de la mitad de españoles sería partidaria de prohibir o limitar las corridas.

Porque aun cuando llegara un momento en el que un solo español estuviese dispuesto a abonar un boleto por disfrutar de un festejo, seguiría estando justificada la protección de la tauromaquia a cargo del Estado español, en virtud del veredicto de la democracia de los muertos.

Esa y no otra es la significación del "patrimonio cultural" de la que quieren despojar a la fiesta, como ya ha intentado sin éxito el ministro de Cultura al excluir a los toreros y ganaderos de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes, o al suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia,

El patrimonio cultural no es la estimación artística que una aritmética social puntual dictamina, sino el tesoro de las prácticas que han triunfado sobre la mudanza de los tiempos trascendiendo contingencias geográficas y partidistas.

De ahí que resulten tan risibles estos afanes de reconversión estatal según criterios ideológicos de aquello que, por pertenecer al ámbito de lo consuetudinario y lo popular, está antes y por encima de la política.

¿Los toros no son tu cultura? Me temo que sí, aunque no quieras. Porque, parafraseando al general De Gaulle, son la cultura no de la España de ahora, sino de la España de siempre.