
El cantante catalán Albert Pla. Europa Press
Albert Pla quiere tu herencia (la suya se la queda él)
La envidia es más potente que el deseo de riqueza. Y la envidia sólo se despierta cuando el que está a tu lado tiene más que tú, independientemente de lo que cada uno tenga.
Vaya por delante que creo que Albert Pla bromeaba y pretendía escandalizar.
A fin de cuentas, en 2014, ante el surgimiento de los nuevos partidos, sugirió que había que matar a todos los políticos de Ciudadanos y de Podemos antes de que les pusieran guardaespaldas.
Y nadie se lo tomó en serio.
Por eso, cuando el otro día, ante la frustración que le produce ver a amigos súbitamente enriquecidos, Albert Pla sugirió abolir las herencias, incorporarlas al Estado y que este las reparta con la seriedad y justicia acostumbradas, sus contertulios de la Ser escucharon interesados la propuesta, y alguno asintió con gesto serio.
Las herencias, dijeron, es la mayor fuente de desigualdad en el mundo. La mayoría de los ricos lo son por las herencias. Intolerable.
¿Intolerable?
🗣 "Tú llegas a los 50 años y eres pobre y tus amigos, ricos, por una cosa que han tenido callada toda su puta vida"
— Hora 25 (@Hora25) June 8, 2025
👉 Esto es lo que opina Albert Pla de las herencias en #Lacenadelosidiotéshttps://t.co/dPIfJjpVRo pic.twitter.com/3BtJ4lmGxF
El caso es que en España este discurso ya no es tan disparatado porque se ha aprendido a desconfiar de la riqueza.
La perniciosa falacia de suma cero (si alguien tiene más que la media es que se lo ha quitado a otro, como en el póker) se ha extendido por amplias capas de la sociedad, de modo que la prosperidad es contemplada con desconfianza.
Cuando Irene Montero o Ione Belarra señalan a empresarios, o explican muy enfadadas su intención de arrebatar la vivienda a sus legítimos propietarios, saben que algunos las escuchan satisfechos, porque ven cómo su resentimiento se ha revestido de virtud.
No es que ellos sean envidiosos, es que los ricos son malvados (se han enriquecido a costa de otros) y merecen el castigo.
Por esa misma razón, el pasado domingo, cuando Alcaraz ganó en Roland Garros tras cinco horas y media épicas, Óscar Puente pudo anunciar con orgullo que el estado se queda con la mitad de su premio, a pesar de que no vimos ni al Estado ni a Óscar Puente corretear por la pista.
¡Y tuvo un montón de likes!
Ayer los “españoles de bien” estábamos doblemente contentos. Uno, por ver a ese prodigio del tenis hacer lo que parecía imposible. ¡Qué alegría!. Dos, por ver que 1,18 M € de dinero francés, vendrán a España para nuestra sanidad y nuestra educación y el resto a un español, que… https://t.co/MO2lPyqhKq
— Oscar Puente (@oscar_puente_) June 9, 2025
Hace unos días, el economista Jesús Fernández Villaverde escandalizó a media España al decir que somos un país de pobretones. Incluso los que están en la parte más alta de la distribución son pobres en comparación con los países más prósperos, y desde luego un salario bruto de 250.000 € da para vivir bien, pero no es de ricos.
Con esto, Villaverde quería reflejar no sólo que nos estamos empobreciendo, sino que ni siquiera somos conscientes de ello.
Pero ¿te consideras pobre si los que están alrededor ganan lo mismo o menos?
Hoy @cultrun publica una columna muy interesante: el salario real medio no solo no sube en España, sino que cae.
— Jesús Fernández-Villaverde (@JesusFerna7026) May 29, 2025
Hay un punto que @cultrun menciona de pasada pero que merece destacarse. En España tampoco hay ricos. No es que el salario real medio sea bajo porque los ricos se lo… pic.twitter.com/1wpjxH7TJe
En unos experimentos muy divertidos, Paul Bloom ha demostrado que los niños, desde muy pequeños, prefieren recibir dos caramelos, si el que está a su lado sólo obtiene uno, antes que llevarse cuatro caramelos si el otro recibe cinco. Es decir, la envidia es más potente que el deseo de riqueza, y aquélla sólo se despierta cuando el que está a tu lado tiene más que tú, independientemente de lo que cada uno tenga.
De modo que es perfectamente normal que, en el compartimento estanco de un país, sin ver la prosperidad de los otros, nos vayamos hundiendo felices en la pobreza, siempre que sea igualitaria.
Podemos decir, entonces, que la propuesta de arrebatar la herencia o la vivienda puede resultar atractiva para todos aquellos que crean que no van a ser los más perjudicados en el expolio general.
– Vale, me han quitado el coche de mi padre, pero a ese gilipollas le han levantado una casa en Serrano, JAJAJA.
Y esto es una bendición para el político, porque sabe que de su capacidad de confiscar y distribuir riqueza depende no sólo su poder, sino también el amor de sus votantes.
Cuando Yolanda Díaz habla con una vocecita como si estuviera en Fraggle Rock, no sólo está buscando poder, sino sobre todo cariño (es obvio que atribuye a su electorado una edad mental algo baja, pero eso es otra historia). El político desea ser querido por bueno, y sufre porque sospecha que no tiene ninguna virtud ni habilidad especial que ofrecer al ciudadano.
Así que, como los abuelos, enseguida entiende que lo mejor es ir provisto de una bolsa de chucherías.
Puede que esas chucherías ocasionen caries a los niños, o déficit en las cuentas públicas. Pero ambos, políticos y abuelos, consiguen ser queridos. Por eso hay que desplumar a conciencia a los ricos, a los no ricos y a Alcaraz. Para tener la bolsa de chuches siempre bien provista y así crear sólidas redes clientelares.
El populismo se mueve por ese par de fuerzas, el anhelo de cariño del político y la satisfacción de la envidia del votante. Combatir la desigualdad no es tanto una necesidad de justicia, sino de prudencia, para no estimular a la bestia verdosa.
La política suele ser complicada, pero algunas cosas no deberían ser difíciles de entender. Por ejemplo, que para redistribuir riqueza es necesario crearla antes, y por tanto es razonable no penalizar su creación. Los alemanes dicen "tirar el bebé con el agua sucia de la bañera" para referirse a los que, para desembarazarse de algo malo, pierden algo más valioso.
Y los que pretenden abolir herencias, expropiar viviendas o penalizar la riqueza para tirar el agua sucia de la desigualdad, no se dan cuenta de que con ella arrojan al bebé de prosperidad.
¿Para qué innovar, para qué crear, para qué esforzarse, si los frutos de mi trabajo van a ser arrebatados para que políticos y envidiosos sean felices?
Por eso a medio plazo, el fruto de los populismos es la pobreza generalizada (que no provoca envidia).
Y los políticos viven bien en el corto plazo.