Pedro Sánchez y Begoña Gómez junto al Papa Francisco.

Pedro Sánchez y Begoña Gómez junto al Papa Francisco.

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¿Por qué no está Sánchez en el funeral del papa Francisco?

De entrada, además de descortés y sorprendente, la ausencia de Sánchez en el funeral del Papa se evidencia como un error político de bulto.

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Medio centenar de jefes de Estado o gobierno y diez reyes asistirán mañana sábado al funeral del papa Francisco en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Más de 130 delegaciones nacionales participarán en las solemnes exequias.

Los reyes Felipe y Letizia encabezarán la delegación española.

El Papa Francisco junto a Felipe VI y la reina Letizia.

El Papa Francisco junto a Felipe VI y la reina Letizia. Reuters

Pero el jefe del gobierno de España no estará. ¿Por qué?

Moncloa se escuda en que la respuesta protocolaria a la invitación oficial es la asistencia del rey Felipe VI como jefe de Estado, y que se le quiere dar más protagonismo y visibilidad a la figura del monarca (risas aquí).

Sin embargo, el antecedente de Zapatero en el funeral de Juan Pablo II invalida la excusa de Sánchez, a la vez que visibiliza el ninguneo del actual ministro de Exteriores, cuya presencia sería la única realmente procedente en la delegación. Pero Bolaños llevaba de luto desde el lunes, y va de pareja de avión y coche oficial con el jefe de la oposición, así que ¿cómo quitarle la ilusión?

La verdad es que el plantón de Pedro Sánchez es raro.

De entrada, además de descortés y sorprendente, se evidencia como un error político de bulto por parte de nuestro presidente: el funeral se ha convertido de facto en una cumbre internacional a la que no va a faltar ninguno de los mandatarios internacionales que quieren estar a la mesa del cambio de era que vivimos.

Bien es cierto que esos actores políticos y económicos, entregados de forma sonrojante a la elegía casi idólatra y al impostado duelo por el papa Francisco, son los mismos que hicieron oídos sordos a sus peticiones durante estos últimos doce años, en pleno ejercicio del poder del más fuerte.

Muchos de los asistentes al funeral de Francisco se caracterizan por sus contradicciones y su tibia o nula voluntad a la hora de actuar con determinación a favor de la paz y los derechos humanos. La verdad es que lo que diga o haga el Vaticano ya no les inquieta lo más mínimo, ni es capaz de marcar el rumbo de sus decisiones.

Pero volvamos al presidente Sánchez.

Su ausencia de esta cita histórica sólo podría estar justificada si hubiese una causa de fuerza mayor. Pero parece que ni está ingresado en el hospital ni su agenda mutante se lo impedía en absoluto. ¿Entonces? ¿No es prioritario para él (para España) asistir al funeral de un jefe de Estado y líder espiritual de más de un tercio de la humanidad?

Tampoco se sostienen los recursos al laicismo como ideología o a la aconfesionalidad de nuestro país. Además del encendido panegírico que le dedicó tras su fallecimiento el lunes, Pedro Sánchez visitó dos veces al papa Francisco desde que llegó a la presidencia del gobierno de España.

La primera fue en octubre de 2020, en plena pandemia y con mascarilla, del brazo de su esposa, Begoña Gómez, que iba de negro y con la melena al viento.

A la segunda, hace apenas seis meses, asistió solo. Bajo el paraguas de la búsqueda de la paz en Oriente Medio, buscaba blanquear su postura personalista y no consensuada sobre Gaza e Israel.

Fueron ambas reuniones breves, de apenas media hora cada una. Sin embargo, la cantidad de temas sobre los que Moncloa afirmó que nuestro presidente había hablado y acordado con el Sumo Pontífice habrían requerido horas.

Hace justo un año, el presidente enamorado estaba autorrecluido reflexionando sobre si le merecía la pena dirigir nuestro país. Un año de aquella ágrafa epístola adolescente (y manipuladora) desde, hacia, para, por, según y sobre su mujer, “que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también". Esa crisis matrimonial sí que habría merecido un documental dedicado.

Pues bien. Yo estoy convencida de que, como entonces, Sánchez nos pone en una situación límite (de desprecio nacional y bochorno internacional) por una sola y poderosa razón: Begoña.

Porque ella querría, más que nada en el mundo, estar en Roma, como primera dama del mundo progresista. De negro y hasta con mantilla si se terciara, porque no tiene el privilegio del blanco de las reinas católicas.

Pero no, no puede estar allí. No porque se lo impida el proceso en que está imputada, sino porque no se atreve.

Así que, si Begoña no va, il marito tampoco. Aquí te quedas, Pedro, conmigo. Que se note (de nuevo) quién manda aquí.

A ver si a estas alturas vas a flaquear.

En aquel breve encuentro hace casi cinco años en el Vaticano, Francisco le dijo a Pedro (y a Begoña) que la política es una de las formas más altas de la caridad. Y les advirtió acerca de las ideologías que se apoderan de la nación y de las maniobras que no responden a un acto de servicio.

Qué visión la suya. Por entonces, los Aldama, Hidalgo, Ábalos y Koldo ya llevaban un largo recorrido de intereses y favores.

Por algo dicen que los papas son infalibles.