
Pedro Sánchez, antes del inicio del debate sobre Defensa de este miércoles en el Congreso de los Diputados.
De esta crisis sólo saldrá más fuerte el Estado
La aproximación a la cuestión del rearme europeo reedita la adoptada para la pandemia: la dotación de unos poderes especiales para hacer frente a una amenaza existencial.
En su logorrea infatigable de este miércoles ante el Congreso de los Diputados, en el contexto del debate sobre la participación española en el nuevo escenario geoestratégico, el presidente del Gobierno ha echado mano de la acostumbrada jerga motivacional que invita a "crecerse en las crisis".
Purgada de las adherencias retóricas de la resiliencia, esta línea discursiva resulta muy inquietante. Porque transparenta el marco ideológico que informa los sistemas políticos contemporáneos: la doctrina de la crisis.
Esta forma de gobernanza se cimenta sobre la idea de una perpetua amenaza para la seguridad que adopta sucesivas variantes, frente a las cuales el Estado se arroga la protección salvífica de los ciudadanos. Y contempla la acción de los poderes públicos como el ajuste traumático de la sociedad a perturbaciones sobrevenidas.
Today, the EU launches its new #Preparedness Strategy.
— Hadja Lahbib (@hadjalahbib) March 26, 2025
“Ready for anything” — this must be our new European way of life. Our motto and #hashtag. pic.twitter.com/fA1z8ZvMDA
En sus alocuciones a la nación, Sánchez rememora recurrentemente que este Gobierno se enfrentó victorioso a toda una colección de desafíos hercúleos: una pandemia, un volcán, una guerra, unas inundaciones...
Es la misma tónica que la seguida por la gobernación europea, que invoca constantes emergencias como las agresiones militares, las catástrofes naturales o las amenazas climáticas. Un modelo de gobierno mediante el miedo que justifica la actual mutación de las democracias liberales en Estados de excepción permanentes.
La última manifestación de este paradigma neohobbesiano es la "Estrategia Preparación" que ha lanzado esta semana la Unión Europea. El "kit de supervivencia" para resistir las primeras 72 horas de una crisis no es una mera frivolidad siniestra: pretende crear un estado de alarma entre la población continental para granjear su asentimiento a la reactivación del complejo militar-industrial europeo.
Resulta revelador en este sentido que Sánchez haya aclarado que "estamos en un momento muy semejante al momento que vivimos con la Covid".
Ciertamente, la aproximación del presidente a la cuestión del rearme europeo es una reedición de la que adoptó para la gestión de la pandemia: la dotación de unos poderes especiales (de facto, el cierre del Parlamento) para hacer frente a un peligro existencial que requiere de una acción expeditiva.
El sintagma del que se ha servido Sánchez para estimular la abnegación ciudadana en este clima prebélico, "saldremos más fuertes", es ilustrativamente similar al lema de "saldremos mejores" con el que se dio cobertura narrativa al encierro por el Covid-19.
Pero hoy como entonces, el único que saldrá más fuerte de esta crisis será el Estado. Y ahí está la deserción de Sánchez de la obligación constitucional de presentar unos Presupuestos. Una disposición a burlar la rendición de cuentas para gobernar por decreto a la que nos ha habituado la nueva normalidad pospandémica.
El hecho de que ya haya gente sucumbiendo a la psicosis de la propaganda bruselense, y haciendo acopio de víveres igual que se atesoraba papel higiénico en los primeros compases del confinamiento, demuestra que tampoco salimos mejores de aquello.