Donald Trump durante la jura de Tulsi Gabbard como directora de Inteligencia Nacional este miércoles en Washington.

Donald Trump durante la jura de Tulsi Gabbard como directora de Inteligencia Nacional este miércoles en Washington. Reuters

Columnas LA GLOBALISTA

¿En qué consiste la táctica de "velocidad de bozal" que está aplicando Trump?

Trump quiere que creamos que es todopoderoso y que está dispuesto a saltarse todas las normas, incluso si eso significa provocar una crisis constitucional, con tal de conseguir lo que quiere.

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El equipo de Donald Trump ha pasado sus primeras semanas en el cargo "inundando la zona" con noticias. Esta es una táctica que su exestratega Steve Bannon describió en 2019 como "velocidad de bozal".

La idea detrás del término es que mover la política a un ritmo vertiginoso "amordazará" a los demócratas estupefactos y a los medios de comunicación, haciéndoles incapaces de funcionar como oposición efectiva al poder de Trump. 

Esta táctica ha demostrado tener éxito. ¿Quién no tiene un dolor de cabeza palpitante por los titulares que salen de Trumplandia?

Una lista parcial incluye la revocación de la ciudadanía por derecho de nacimiento; aranceles para Canadá, México y China; una oferta para obtener la propiedad de Gaza y convertirla en un complejo turístico de lujo; la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París y de la OMS; el bloqueo de todas las subvenciones federales; los intentos del DOGE de Elon Musk de cerrar USAID, la Oficina de Protección Financiera del Consumidor, la Oficina de Gestión de Personal y el sistema de pagos del Departamento del Tesoro de Estados Unidos; y los despidos masivos de funcionarios públicos. 

Trump quiere que todos (no sólo el Partido Demócrata, los medios de comunicación y los ciudadanos estadounidenses, sino el mundo entero) nos quedemos atónitos hasta la sumisión.

Quiere que creamos que es todopoderoso y que está dispuesto a saltarse todas las normas, incluso si eso significa provocar una crisis constitucional con tal de conseguir lo que quiere.

Esta táctica funciona porque vivimos en una economía de la atención.

El presentador estadounidense Chris Hayes ha publicado recientemente un libro titulado The Siren's Call ("el canto de las sirenas") en el que sostiene que la atención es el recurso que define nuestra era.

"La atención existe ahora como una mercancía del mismo modo que el trabajo en los primeros años del capitalismo industrial" dice Hayes. En una conversación con el columnista del New York Times Ezra Klein, ambos coincidieron en que Trump y sus republicanos lo han entendido intrínsecamente, mientras que los demócratas no se han adaptado a esta nueva realidad. 

Los demócratas siguen pensando que el dinero es la sustancia que alimenta la política porque compra la publicidad política.

Claro que la publicidad refuerza los mensajes de campaña, pero carece de autenticidad. Porque sabemos que es publicidad.

El presidente Donald Trump habla con los medios mientras firma una orden ejecutiva.

El presidente Donald Trump habla con los medios mientras firma una orden ejecutiva. Kevin Lamarque Reuters Washington

Y, lo que es más importante, los demócratas siguen manteniendo que el tipo de atención que se recibe en política importa. Esto significa que cuando hay que elegir entre atención negativa o ninguna atención, los demócratas optan por ninguna atención.

Esto parece lógico en un mundo político plagado de escándalos y de una cultura de la cancelación que no deja dormir a los políticos y a sus asesores de comunicación. Una entrevista con una metedura de pata horrible que se convierta en viral es el material de las pesadillas.

Al mismo tiempo, los republicanos de Trump han adoptado el viejo enfoque de "ninguna publicidad es mala publicidad".

Yo pensé que Trump estaba acabado en 2015 cuando anunció su campaña y habló de los emigrantes mexicanos diciendo: "Traen drogas. Traen crimen. Son violadores". Pero no importó.

También estaba el vídeo en el que hablaba de las mujeres diciendo "agárralas por el coño". Según los estándares políticos típicos, esto debería haber acabado con su campaña de 2016. Pero no, no importó.

Como presidente, llamó a Haití, El Salvador y algunas naciones africanas "países de mierda". No importó.

No importa porque él quiere cantidad sobre calidad para dominar los medios. El volumen es lo que cuenta, y la reacción negativa no hace más que alimentar su queja constante de que los principales medios de comunicación le odian. 

En cierto modo, se trata de un superpoder de la derecha: a sus seguidores les encanta que diga cosas que ningún otro político se atreve a decir, al tiempo que hace enloquecer a la izquierda. En este caso es muy aplicable una vieja expresión política: "Nunca luches con un cerdo. Ambos os ensuciáis, y al cerdo le gusta"

La "velocidad de bozal" es una táctica que funciona, pero no es una estrategia a largo plazo. Su éxito continuado depende de la capacidad de la administración Trump para generar el caos manteniendo el ritmo, lo que puede resultar difícil. Los recursos legales ya han puesto en suspenso sus órdenes ejecutivas para poner fin a la ciudadanía por derecho de nacimiento y congelar el gasto público.

También depende de mantener a los demócratas tan desequilibrados que sean incapaces de montar una oposición coherente. Y de que los medios de comunicación estén tan abrumados que no puedan hacer ver a los votantes la enormidad de sus actos.

Si Trump quiere seguir con esta táctica, tendrá que tener estómago para una crisis constitucional en toda regla, llegando a ignorar a los tribunales e incluso a un Tribunal Supremo que él mismo llenó con una mayoría republicana.

También tendrá que seguir gobernando mediante endebles órdenes ejecutivas en lugar de trabajar con el Congreso para aprobar una legislación duradera. No sólo porque el Congreso ralentizaría las cosas, sino también porque allí tiene mayorías tan escasas que podría perder, y eso sería un duro golpe para su imagen todopoderosa en la que se basa esta táctica.

La táctica de la "velocidad de bozal" también depende de que los líderes mundiales capitulen a sus caprichos. Sin embargo, su ridícula propuesta sobre Gaza sólo tuvo un partidario, su compinche Bibi Netanyahu, mientras que el resto del mundo le dio un duro "no".

Trump ha causado muchos estragos en estas últimas tres semanas. Empeorará. Intentará mantenernos a todos abrumados y consumidos por la indignación durante los próximos cuatro años si se lo permitimos.