Sepultados por la cultura digital imperante vivimos preocupados por nuestra marca personal y por su huella digital, hemos dejado de ir al banco, nos hemos olvidado de nuestro médico de familia, el viejo aparato de radio coge polvo en el trastero, vivimos sometidos al yugo de la adicción de las redes sociales y tantas otras cosas más. Tanto cambio de construyere nos ha hecho pensar que la sociedad analógica ha sido desterrada. Nada más lejos de la realidad. 

La cuasi extinción analógica la provocaron dos "glaciaciones": la llegada del disco compacto en 1982 -fue 52nd Street de Billy Joel el primero en comercializarse -y el lanzamiento de Apple del primer teléfono inteligente en 2007. Todos fuimos protagonistas de una desaparición masiva de aparatos analógicos que fabricantes, distribuidores y vecinos arrinconamos a marchas forzadas. En 2009 Estados Unidos desconectó la señal de televisión analógica y tres años después lo hizo la BBC, y así poco a poco la cultura digital se hizo dominante. Pero en los últimos 15 años la extinción se ha detenido, incluso parece haber dado la vuelta. 

La primera Polaroid SX-70.

La primera Polaroid SX-70.

"¡Mi hija está comprando vinilos!", me contaba como chascarrillo esta semana Gonzalo Gortazar (59), Ceo de CaixaBank, durante la cena de entrega del Forbes Best CEO 2023. Detrás de la sorpresa inicial del ejecutivo y la anécdota se esconden muchas razones para explicar la resurrección del vinilo: la sensación de propiedad, el desafío generacional contra la generación anterior, la calidez del sonido, el interés d de la industria por recuperar los beneficios reimprimiendo todo su catálogo, sus virtudes para hacer hogar... El aumento de ventas de discos de vinilo y la resurrección de su distribución y sus fábricas no es la única señal. ¿Quieres otra? La nueva vida de la cámara instantánea Polaroid, por ejemplo. ¿Otro argumento más? Muchos países se están preparando ante un hipotético apagón digital. Todos suponemos que en otra gran guerra quién domine el apagón digital tendrá ventaja. Por eso el futuro será digital y analógico, en distintas proporciones según el sector, la profesión, el usuario, la generación e incluso el país.

Un nuevo libro Analogue, A Field Guide (Frances Lincoln editorial 205 pág. 40 euros) sostiene esta tesis. Su autor, el historiador británico Deyan Sudjic, que durante años editó la revista Domus en Milán y es director emérito del Design Museum, la defiende con ahínco. En su portada faltaría más un producto diseñado por el dios vivo de lo analógico, el alemán Dieter Rams que a sus 91 años de vez en cuando abandona su casa y se deja ver para apoyar la comunicación de la marca de estanterías Vitsoe. La tesis del libro no es otra que la tecnología analógica no está completamente muerta y que la convivencia entre ambas, en un solo aparato, o en la vida profesional o doméstica se continuará equilibrado en favor de una tecnología sin bits ni bytes.

Es difícil entender lo que somos sin la inmensa huella de la cultura analógica que se extiende de la portada de Abbey Road de The Beatles a las diapositivas de Kodachrome, o la sensación táctil de lo analógico en la yema de nuestros dedos. Tom Hanks (67) poseedor de una colección de más de 250 máquinas de escribir declaró al New York Times, "el placer que te proporciona la pulsación de una máquina de escribir no puede compararse con la pulsación de un teclado digital". Y eso que el teclado Qwerty, patentado por Christopher Sholes y vendido a Remington en 1873, es el que aún se usa en los portátiles.

Lo que hay que desterrar de la cabeza es porque durante décadas el avance de la tecnología fuese sinónimo de futuro, de lo que está por llegar, ahora todo lo que se avecina sea exclusivamente digital. Iconos analógicos como el rescate comercial de la legendaria cámara Leica M6 en 2023, la sensual pluma Meisterstück 149 de Montblanc que reservo para las firmas señaladas, el despertador Braun (28 euros) que cada mañana me devuelve a la vida o el deseado Patek Phillipe Nautilus no tienen parangón digital que los sustituya. Wes Anderson o Quentin Tarantino filman sus historias con película física y mi hijo pequeño me ha pedido una cámara analógica. ¿Por qué? Porque es más molón. ¿Alguien se acuerda de cómo la llegada del lector electrónico Kindle en 2007 en casi nos convence que no compraríamos más libros físicos? Menudos miopes fuimos.

El firmamento de nombres - hombres en su mayoría- que han cincelado con sus inventos y su visión la cultura analógica es enorme. A continuación, un pequeño cuaderno de campo para iniciarse. Si está el lector interesado en la profunda huella de la cultura analógica y sus protagonistas le recomiendo apuntar en su Moleskine estos nombres para empezar. El diseñador alemán Otl Aicher inventó la señalecita olímpica tal y como todos la tenemos en nuestro imaginario, o la imagen corporativa de Lufthansa; Peter Bang y Svend Olufsen, sus apellidos lo dicen todo. Nadie se imaginó que asociaríamos las emociones de escuchar música a la estética del reproductor, bueno sí, Dieter Rams, pero el binomio Bang Olufsen desarrolló una compañía y Rams lo hizo para Artur Braun. En Italia Achille Castiglioni y su hermano Pier Giacomo que han pasado a la historia por su lámpara arco de suelo. Desde Polonia Stefan Kudelski, diseñador de las grabadoras profesionales portátiles Nagra; el japonés Niro Nakamichi que fundó la Nakamichi Corporation; Shuichi Obata, fundador y diseñador de Matsushita (ahora Panasonic); Kozo Ohsone, manager de la división de grabadoras de Sony, responsable del lanzamiento del Walkman; el británico Clive Sinclair autor de la primera calculadora en 1972; el alemán Oskar Barnack, creador de Leica; Thomas Edison, claro, firmante de 1.093 patentes; el sueco Victor Hasselblad; los japoneses Masaru Ibuka y Akio Morita, fundadores de Sony; Yoshihisa Maitane para las cámaras Olympus; la visión multidisciplinar del francés Philippe Starck; el ejecutivo de Motorola Martin Cooper, padre del teléfono celular; el norteamericano Henry Dreyfuss; el joyero Louis Cartier… La lista es inmensa y enriquecedora. Una búsqueda curiosa sobre la huella y el legado de estos nombres y otros que aparecerán relacionados supone un recorrido sobre el pasado de la cultura analógica y su futuro.