Francia ha blindado el derecho al aborto en su Constitución. Y lo ha hecho con una mayoría algo más que reforzada de los votos. Más de 4/5 del Parlamento, en una de esas mayorías que si se diesen en países del Este harían sospechar de la limpieza y el sentido del proceso, pero que aquí sólo dan para lo segundo.

Porque algo hay de paradójico en la necesidad de blindar un derecho al que parece que nadie se opone en realidad. Algo de propagandístico, claro, de triunfo político en el sentido más partidista e innoble de la palabra. 

Activistas feministas celebran el resultado de la votación para constitucionalizar el aborto en el Palacio de Versalles.

Activistas feministas celebran el resultado de la votación para constitucionalizar el aborto en el Palacio de Versalles. Reuters

Se dice que el peligro viene de la extrema derecha, porque ese es el único nombre con el que el progresismo se atreve a manifestar su miedo al futuro. Pero ni siquiera la extrema derecha presenta un frente claro y unido en contra del aborto.

La derecha supuestamente extrema, de hecho, se ha comportado aquí como solía hacerlo hace nada la derechita cobarde: con dudas, divisiones y equilibrios tanto morales como políticos.  

¿Quién queda por lo tanto en contra del aborto? ¿Cuál es esa futura mayoría contra la que hay que blindar este derecho? ¿Quiénes son esos bárbaros, innombrados e innombrables, que esperan a las puertas para asaltar y destruir todos los triunfos del progreso y la libertad?

El único miedo que justificaría el blindaje, y que por supuesto no se atreverían a confesar, es el mismo miedo que ha llevado a borrar la cruz de Les Invalides del cartel oficial de los JJOO de París 24. 

Es el miedo del hipócrita, que lleva a tratar de blindar por la noche lo que descuida durante el día. Y que revela la fe de tanto ateo, convencido de que la ley podrá salvar los principios que él ni siquiera se atreve a pronunciar.

¿Bastará la ley para salvar el aborto? ¿Puede la Constitución blindar realmente algo o sólo sirve para alargar la ficción del progreso, la unidad y el consenso?

¿Cómo se blinda, en realidad, un derecho como este? Y no digamos ya en ciertas banlieues

Porque pasa como en aquellos bosques donde cae un árbol sin que nadie lo escuche. ¿Podemos decir que existe realmente el derecho al aborto ahí donde nadie puede querer ejercerlo? ¿Cómo van a mostrarnos estas mujeres que son realmente y constitucionalmente libres, si se niegan a ejercer sus derechos?

¿Qué implica entonces defender el aborto y blindarlo constitucionalmente? Es imposible no hacerlo sin propaganda. Sin defenderlo, por lo tanto, como algo más que un derecho de las mujeres a la libre disposición de su cuerpo.

Hay que defenderlo como algo bueno. Y celebrar con el jolgorio de estos días, por lo tanto, el blindaje de lo que, presuntamente, era un mal menor.

Y es que hay algo en la naturaleza de este derecho, porque no se plantea casi nunca como un derecho absoluto y porque la discusión no suele ser, en Francia como en España, entre partidarios y detractores del aborto, sino entre distintos tipos y grados de abortistas. Es un tipo de debate que casa muy mal con blindajes constitucionales y mayorías reforzadas que sólo incentivan posiciones dogmáticas y radicales. 

[Macron da pasos hacia la eutanasia: anuncia una "ayuda a morir" para enfermos "incurables"]

Es algo que se ve bien en los referendos ajenos y las mayorías orientales, donde el blindaje de la absoluta mayoría no sirve para salvaguardar libertades básicas, sino opresiones. Y no sólo legales.

¿Quizás se trate aquí también de lo mismo? Macron ya propuso blindar el aborto en la Constitución europea antes de recordar que él sólo es presidente de la República. Y lo hizo, claramente, para señalar al gobierno conservador polaco y reforzar sus credenciales como líder progresista. No ha podido sorprender a nadie la gran acogida que su ejemplo ha tenido entre las gentes de Sumar

Más que para blindar el derecho de las francesas al aborto, ¿no se trata aquí de blindar el consenso abortista excluyendo la cuestión de lo que se considera centrista y legítimo en el debate público?

No es Macron el único que fingiendo proteger la libertad alimenta el bichito de la polarización por puro y mero interés partidista. Personal, incluso. Bien podría ser este el gran logro histórico del centro liberal que tan bien parece encarnar: ampliar los límites del centro restringiendo los límites de la libertad.