En los mismos días de febrero en que se conocía que Navalny había "muerto" (léase "había sido asesinado por el régimen de Putin", quien no podía ocultar su sonrisa), una delegación del Congreso Nacional Africano (ANC) de Sudáfrica participaba en un foro en Moscú sobre "la lucha contra las prácticas modernas del neocolonialismo".

Se unía así a otros partidos políticos del llamado "Sur Global", incluyendo los partidos únicos de Bielorrusia, Corea del Norte, China y etcétera.

Sí. El ANC, el partido antiapartheid que lideró Mandela y que gobierna ese país desde entonces.

El anfitrión del evento era el oficialista partido único ruso, Rusia Unida. El de Vladímir Putin. Putin animó a los participantes del foro a luchar juntos "por la libertad, la justicia y un orden democrático multipolar basado en el derecho internacional".

Vladímir Putin le da la mano al presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, durante una reunión en San Petersburgo, el 17 de junio de 2023.

Vladímir Putin le da la mano al presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, durante una reunión en San Petersburgo, el 17 de junio de 2023. Reuters

No se rían, que es para echarse a llorar.

Putin justifica abiertamente su brutal guerra contra Ucrania en términos propios del Medievo. En términos de conquista imperial para recuperar los "territorios de la Rusia histórica" (el periodo imperial del siglo XVIII al XX), al margen de las naciones que hoy viven allí, quieren elegir su destino, existir en libertad y, en fin, llevar una vida normal. No sólo ucranianos, sino también finlandeses, moldavos y bálticos.

Putin y su equipo de asesinos en serie abogan cada día por la destrucción de Ucrania, las matanzas masivas y la deportación de sus gentes (el expresidente Medvedev decía anteayer, en uno de sus días suaves, que había que deportar a Siberia a los ucranianos que se les resistieran).

Rusia roba millones de toneladas de grano ucraniano para vender en el Sur Global, práctica propia de un imperialismo parasitario que convierte a sus compradores en cómplices.

Los rusos repueblan además las zonas conquistadas, como Mariúpol, quitando su propiedad a los ucranianos que huyeron, murieron o malviven allí.

También llevan a cabo una potencial limpieza étnica interna al enviar a miles de siberianos a morir en el frente, protegiendo a los rusos étnicos en casa, donde el racismo y la violencia contra las minorías campan a sus anchas.

Historiadores reputados como Timothy Snyder califican las prácticas de Rusia en Ucrania como colonialismo puro y duro. Algo que los ucranianos intentan explicar a sus homólogos en África o América Latina, a menudo sin éxito.

Pero para el partido dominante en Sudáfrica, el problema fundamental en 2024 sigue siendo el mismo Estados Unidos que da señales de querer retirarse del mundo.

Ya sé que la URSS apoyó al ANC durante el apartheid. Fantástico. Aunque su motivación principal fue la competición geopolítica con Estados Unidos.

Pero estamos en 2024.

Este domingo 25, Dmitro Rogozin, conocido dirigente ruso y actualmente senador, publicó un tuit racista contraponiendo una imagen de un gorila capturado por pigmeos con otra del secretario estadounidense de Defensa, Lloyd Austin (que es negro). Decía "antes de su enfermedad, a Austin le encantaba hacerse fotos con pigmeos".

Ya pueden ustedes esperar sentados para una mínima condena de estos anticolonialistas del Sur Global. ¿Se imaginan su reacción si cualquier representante de Washington o Europa hubiera dicho algo así? No habría existencias de tela para tanta rasgadura de vestiduras.

Rogozin añadió luego que Biden, Scholz y "otros enemigos de Rusia" eran también "sucios monos" (en otro mensaje alternaba imágenes de ucranianos bailando sus victorias con imágenes de monos).

Esa deshumanización del enemigo es propia de ideologías totalitarias y genocidas, como en su día los nazis, y el paso previo a su destrucción.

La Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre Ucrania, nombrada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, ha recordado que las declaraciones de los propagandistas rusos, y de algunos representantes del Gobierno ruso, podrían constituir incitación al genocidio, crimen internacional conforme a la Convención del Genocidio. 

La misma que podría estar sobre la mesa ante la orden de arresto internacional contra Putin, emitida por la Corte Penal Internacional en 2023, por ordenar la deportación a Rusia (y Bielorrusia) de decenas de miles de niños y niños ucranianas.

[Opinión: Amigos de África, Putin no es vuestro amigo]

Pero, si pueden, los líderes sudafricanos o el brasileño Lula tienen a bien seguir invitando a Putin.

De modo que es inevitable cierto cinismo ante los elogios que ha recibido Sudáfrica al llevar a Israel ante la Corte Internacional de Justicia por su brutal campaña en Gaza.

Acabo de regresar del noreste de Ucrania, donde tantas y tantas poblaciones han dejado literalmente de existir, reducidas a ruinas por decenas de millones de proyectiles de artillería rusa.

¿Doble moral de Occidente? Puede ser. En esto que queda de Occidente lo debatimos sin tapujos. Pero algunos del Sur Global, con su antiimperialismo selectivo y su proimperialismo ruso, no se quedan cortos tampoco.

El que se queda corto soy yo al criticarla.