Hay dos imágenes de la tragedia de Barbate que me dan vueltas en la cabeza como un derviche.

La primera es el toreo marítimo al que fue sometida la zódiac de la Guardia Civil, arrinconada, asediada en una trampa mortal. En esa ratonera del puerto barbateño, como el atún que es conducido por la almadraba hasta su muerte.

En Cádiz capital, donde vivimos de espaldas al Campo de Gibraltar y a Barbate, apenas queremos saber nada de lo que sucede en la llamada novena provincia. Hasta que la tragedia es de tal magnitud que es imposible no volver la cabeza.

A los gaditanos, el atroz suceso nos pilló entre chirigotas, en plena final del concurso del Falla.

Se le cortaba a uno el cuerpo entre cuplé y cuplé cuando nos llegó por WhatsApp el maldito vídeo en el que las luces azules, blancas y rojas de la zódiac de la Guardia Civil son volteadas como si fuera una atracción de feria.

Y lo más atroz, los gritos de los chavales del pueblo jaleando a los malos, como la plaza que aplaude a los banderilleros. Como los cobardes que animan a los matones de clase a darle una paliza a un pobre chaval indefenso.

Es imposible no sentir rabia e impotencia al contemplar tal abuso.

Y ese, a mí juicio es el gran problema. El cáncer social de estas poblaciones del sur de la provincia: la cantera.

Los chavales no quieren ser futbolistas, aunque Barbate haya dado dos delanteros muy buenos: Bryan Gil y Pejiño. Ni siquiera quieren ser influencers. Sino braceros y puntos.

Que haya un Messi de la droga es indicativo de quiénes son los ídolos, de quiénes son los referentes por aquellos lares.

[La viuda de un guardia civil muerto en Barbate se niega a que Marlaska le coloque la medalla]

La segunda imagen que me obsesiona es la del funeral de uno de los dos guardias civiles asesinados, Miguel Ángel González, cuyo féretro es sacado a hombros por una puerta lateral de la Catedral de Cádiz en pleno domingo de Carnaval.

Cincuenta o cien metros más allá mis paisanos están celebrando su fiesta grande, entre coros, chirigotas, moscatel, disfraces y romanceros. Ese contraste entre la tragedia y la comedia me desarma.

Pero más allá de imágenes y subjetividades, sobre este escandaloso suceso, sobre las precarísimas condiciones de los agentes, sobrevuela una pregunta.

¿Por qué el Ministerio del Interior desintegró en 2022 el Organismo de Coordinación de Narcotráfico, más conocido por sus siglas como Ocón-Sur?

Este grupo de élite, creado en 2018 por el propio ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska, estaba siendo muy eficaz, junto con la declaración del Plan Especial de Seguridad para el Campo de Gibraltar, en la lucha contra el narco.

Hasta ahora, el ministro (diputado por Cádiz, para más inri) había eludido la pregunta con respuestas vagas. Como la de que se necesitaban a esos 130 agentes para cubrir otras funciones en la comandancia de la Guardia Civil. 

Luego, el Ministerio del Interior apuntó directamente hacia el teniente coronel de la Guardia Civil y máximo responsable del Ocón-Sur, David Oliva, a quien después de ser condecorado personalmente (por Marlaska) en 2021 con la medalla al mérito del Plan Nacional sobre Drogas, la Audiencia Nacional investigó por los supuestos delitos de cohecho y revelación de secretos. 

O sea, una vez decapitado este cuerpo de élite, fue muy fácil desmembrarlo.

Y ahora que el motivo por el que Interior decidió prescindir del Ocón-Sur está en el centro de todo, se ha dado un cruce de insinuaciones en Televisión Española tan irresponsable como intrigante. 

Por un lado, Silvia Intxaurrondo, portavoz oficiosa del Gobierno, en conversación con el portavoz oficial de Jucil, Agustín Leal, ha deslizado que algunos miembros del Organismo de Coordinación de Narcotráfico recurrieron a métodos de nula legalidad como balizas ilegales y detención de inocentes. También menciona serios problemas internos de la Unidad.

Y la periodista utiliza el verbo "desmantelar", como si una banda de delincuentes se tratara. A poco estuvo de recurrir al "desarticular".

Frente a Intxaurrondo, Leal no se queda corto en sus insinuaciones, y deja caer, como el que no quiere la cosa, que a Marruecos le molestaba la existencia del Ocón-Sur. "¿A quién beneficia el tráfico de drogas en Andalucía?", pregunta.

Pero este cruce de espadas, sin pruebas que lo sustenten, sólo vale para especulaciones.

Lo que es evidente es que urge una comisión de investigación en el Congreso para esclarecer los motivos reales que llevaron a Marlaska a cargarse el Ocón-Sur.

Cautelarmente, y dada su manera de actuar, Barbate podría recuperar el apellido (Barbate de Franco hasta 1998) para pasar a llamarse Barbate de Marlaska