Un grupo de veinteañeros ha estafado a casi un millar de neoyorquinos. No han tenido que mandar un mensaje de WhatsApp desde un número desconocido fingiendo que se han quedado sin batería en su móvil y ahora, mamá, soy tu hijo, necesito dinero, manda antes de mañana a esta cuenta 3000 euros. Tampoco con la técnica del spoofing, haciéndose pasar, o sea, por la entidad bancaria del potencial estafado. Los han embaucado a todos a través de la pestañita de Google más blackmirroriana de todas: la de las reseñas.

Geolocalizaron su edificio en el mapa y lo identificaron como Mehran’s Steak House. Bajo el nombre del supuesto asador, sus amigos rellenaron el cajón digital con las opiniones más extraordinarias imaginables. "Me costó un año conseguir la reserva y casi me rendí, pero si lo estás intentando deberías seguir haciéndolo: fue uno de los mejores filetes que he comido en mi vida". "El chef Mehran es un genio, un dios".

La broma terminó de coger cuerpo: crearon una web y anunciaron que se abría de nuevo la lista de espera. Más de 900 neoyorquinos pidieron mesa y 140 la consiguieron. Los veinteañeros alquilaron un local, buscaron mobiliario y, combinando grupos de amigos, todos voluntarios dispuestos a culminar la broma, se sacaron un restaurante efímero de la manga. Muchos clientes, cuenta The New York Times Cooking, se sintieron, claro, estafados.

Internet iguala el valor de las opiniones. Levanta al experto, al aficionado y al ignorante a un mismo estrado. No revela si quien se ha pirrado por el restaurante que ahora se consulta reboza todos los domingos ancas de rana en copos de avena o si quien comenta la torpeza con la que se filmó una película es el hijo del ex de la guionista. Omite, por lo general, el estudio de la materia, el bagaje o los gustos de quien escribe. Ignora cómo se ha construido su subjetividad.

La Galería de las Colecciones Reales ha encargado a celebridades y artistas su bautizo. Isabel Coixet, Rosa Montero, Ter o Marian Rojas Estapé han amadrinado la reinauguración. Lorenzo Caprile o David Broncano también. Al último le ha caído la bronca popular. Frente a la cámara, el cómico explica por qué Paisaje con san Cristóbal y el Niño, de Joachim Patinir, es su obra favorita. Compara la imagen con el diseño de un videojuego y con los escenarios de Las crónicas de Narnia. ¿Patinir? "Tremendo máquina. Un genio absoluto". Para los doctores y doctorandos que nos rodean, la apreciación arruina el nivel de la institución. No es suficientemente intelectual.

El arte, como la realidad, se observa a través de los filtros que lleva uno dentro. Cuanto más profundiza, más rico es el disfrute. Al contemplar una catedral, se podrá estimar sin esfuerzo la época a la que pertenece o distinguir en sus muros un arco arbotante de uno ojival. Mientras se aprende, el cerebro continuará empleando los conceptos que ya conocía para asimilar los nuevos. Los Brueghel, Patinir y El Bosco, en efecto, lo puede entender como un protovideojuego quien vive separado del arte. Pero quizás, entre cuadros, el "chaval" introduzca su nombre en Wikipedia y pase cuarenta minutos haciendo zoom en las imágenes, leyendo las interpretaciones, cotilleando sus técnicas. La información que ya poseía, Narnia o Zelda, a través de Broncano o del amigo de su padre que los acompaña en el viaje del fin de semana, habrá servido como puente al nuevo conocimiento.

Aunque si la opinión no aporta, que la opinión haga el favor de apartarse. Yolanda Díaz se alarmó en internet por la ampliación de la jornada laboral en Grecia. Según la teoría, el trabajador que lo desee (es decir, necesite) podrá ampliar sus horas de trabajo. Cada día, podrá alcanzar las trece. Cada semana, si así lo estima, seis días.

A la ministra le pareció una reforma escandalosa, un retroceso de "siglos" en los derechos laborales. No debió de consultar antes de opinar que, según la EPA, desde 2019 el pluriempleo ha aumentado en España un 21%: algo más de 580.000 personas combinan dos trabajos, exceden legalmente las mágicas ocho horas diarias. La legislación actual no limita las horas totales que un solo trabajador puede completar cada día combinando puestos en diferentes empresas. Equipados con estos filtros, de qué sirve una opinión. Para qué una ministra. Para qué unos expertos.