Cuando Pedro Sánchez sale sonriente y victorioso desde Ferraz tras la jornada electoral del domingo es porque, según sus cálculos, los números ya están cantando. El PP gana la batalla electoral, sí. Pero el PSOE gana la guerra gubernamental.

Si se sabe victorioso, y si mostró por ello el entusiasmo que mostró, es porque sumó los escaños del separatismo como aliados para formar gobierno. Aquello que le quitaba el sueño, ante la expectativa de tener que pactar con el colaboracionista del separatismo (Pablo Iglesias), ahora se ha convertido en alegría exultante ante la expectativa de pactar con el separatismo y ya no sólo con sus colaboradores de Sumar.

La justificación de este cambio ya está hecha. Fue la razón de ser de toda la campaña electoral: el freno al "fascismo". Algunos han llegado a afirmar que, tras el 23-J, la "España plural" había resistido la "ola reaccionaria". Y esto es lo que quieren mayoritariamente los españoles.

Oriol Junqueras en un mitin de ERC.

Oriol Junqueras en un mitin de ERC. EFE

Por supuesto, si a Sánchez le dan los números para gobernar, aunque sea bajo el chantaje separatista, lo va a hacer. Qué Feijóo vaya olvidándose de la Moncloa. Antes de que la "ola reaccionaria" lo inunde todo, para el PSOE es preferible pactar con Puigdemont o con el "hombre de paz" Otegi. Esto es lo que piensan los votantes de Sánchez, y con ello cuenta el actual presidente.

Se trata de un pensamiento basado en dos gigantescos bulos que se siguen promoviendo y cultivando, utilizando medios de comunicación e instituciones de todo tipo para sacarlos adelante.

El primero es el que afirma que el separatismo es una fuerza progresista, suponiendo invariablemente que la separación de España es un derecho y la unidad una imposición. Sin embargo, el separatismo lo que procura es que la nación española, y su expresión política soberana, sea liquidada en función de criterios etnolingüísticos.

Es decir, se apela para justificar la ruptura, a plataformas prepolíticas o ajenas a la política que, al final, se reducen a sangre y suelo.

El separatismo no es que esté en la derecha o en la izquierda extremas. Es que está en lo prepolítico. Se encuentra más allá de la reacción (con la reacción aún se puede negociar políticamente) al fijar en la cultura, interpretada como esfera cultural, el ámbito de desenvolvimiento de los derechos políticos.

El otro bulo, asociado con el anterior, es el que afirma que el pacto de PSOE y Sumar con el separatismo representa la victoria de la España diversa frente a la uniforme. Esto no es así por la sencilla razón de que el triunfo de los planes separatistas tendría por resultado una España menos plural, sin catalanes, sin vascos, sin gallegos. Y eso en el caso de que pudiéramos seguir hablando de España.

En este sentido, los principales interesados en que no exista una España diversa son los separatistas, que no quieren España. Sin España no hay diversidad de España. Elemental.