El Êttandâ pal andalûh o EPA (también conocido como español para analfabetos) no es un movimiento de orden lingüístico o filológico sino que responde a la política, pura y dura. El último ejemplo de ello es que ha entrado en campaña para las municipales con la elaboración del programa político de Adelante Dos Hermanas (y por detrás cuatro tetas) en esta jerga mamarracha.

No hay un problema en Andalucía de comprensión lectora que esta pseudoortografía venga a solucionar. Es decir, si en Martín de la Jara, por ejemplo, hay un jornalero que no ha leído El Principito, no es porque no entienda el castellano al que ha sido traducido desde el francés. Es porque no le sale de los cojones. Porque Juan Porras se lo traslade al andalûh no se lo va a leer, sino que mandará a este a la ídem.

Teresa Rodríguez, junto al mar, con la bandera andaluza y una de sus hijas.

Teresa Rodríguez, junto al mar, con la bandera andaluza y una de sus hijas. Cata Zambrano

Además, en Andalucía no hablamos así, salvo María Jesús Montero, tres serranos y dos de Barbate. Y a esta buena gente del campo y del pueblo, target al que supuestamente va dirigida esta propuesta, se la trae floja que cuatro pijos urbanitas hayan malgastado su tiempo en una frikada así arrogándose su representación.

A ellos déjenles en paz con su toro-cuerda, su Real Madrí, su diésel de 2007 echando humo como si no hubiese Papa y su buena fulana en el kilómetro 27 de la nacinal Arcos-Antequera. Les viene un gafas de estos con manos de pianista con el bienestar animal, las renovables y el EPA y acaba en el pilón del pueblo.

Vaya, no hay un abuelito en Las Alpujarras que gracias a la EPA vaya a cumplir por fin el sueño de fundirse Crimen y castigo, al que lleva 80 años esperando hincarle el diente porque no comprende la traducción al castellano de Cansinos Assens (sevillano, por cierto).

Sí existe, en cambio, el payés que no entiende ni papa de la lengua de Cervantes. Que se pone malito, lo mandan al Vall d'Hebron, donde necesita una enfermera que le atienda, le entienda y a la que entienda que parli como Josep Pla y no le hable "en plan".

Además, si de facilitar la comunicación se trata, no es este el caso, en absoluto. Yo soy andaluz por los cuatro costaos. Y, por lo tanto, cuatro veces español (lo que se conoce como un 4x4). He vivido hasta en cuatro provincias andaluzas (Granada, Jaén, Cádiz y Sevilla). Y si de algo sé es de cómo se habla en esta comunidad. Coincide también que soy un picao de los acentos.

Contando en lo personal con este pedigrí de lince de Doñana, puedo afirmar y afirmo que leo el Êttandâ pal andalûh con la misma o más dificultad que, verbigracia, el portugués. No me entero de la frase hasta la tercera pasada y al hacerlo en voz alta lo pronuncio con la misma cadencia que un tartaja puesto de MDMA.

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Y es que este invento del diablo es, como diría Borges del idioma alemán, una auténtica "jungla de las declinaciones". Porque con sus acentos circunflejos o diacríticos, sus ces de cedillas o de carajotes, sus dobles tes y sus kas en vez de ces (este matiz es muestra inequívoca de la intención política), parece que uno esté leyendo húngaro.

Además, esto del estándar o la homogeneización del dialecto andaluz (tiene toda la razón aquí el profesor Armando Zerolo) es una gran mamarrachada que viene a hacer un gazpacho con la riqueza de sus matices. Ya no es solamente que haya múltiples acentos o maneras de hablar entre las diferentes provincias. Es que cada provincia tiene sus variantes.

Así, quien siga la actual edición de MasterChef se habrá dado cuenta que Ana, la "camarera de Sevilla", no habla para nada como lo hacen en Triana o en la propia Dos Hermanas. Es estepeña y, como le dijo la también hispalense Carmina Barrios, "habla mu grasiosa, con un porvorón en la boca" (nunca mejor dicho, siendo Estepa La Meca del mantecado). Y es que en este municipio de la Sierra Sur el habla se hermana con el de todo el centro neurálgico andaluz: Antequera (Málaga), Puente Genil (Córdoba) o el Poniente Granadino.

Se refería el profesor Zerolo en su artículo sobre el EPA al ceceo gaditano. Y, ya que me viene de perlas al hilo de la riqueza del habla andaluza, he de hacerle una pequeña matización. En toda la provincia de Cádiz se cecea menos en la capital. En la Tacita de Plata se sesea (por el cosmopolitismo, el funcionariado, la capitalidad, la ciudad de aluvión, etcétera). En este reducto, ni entró la egue francesa ni la zeta jerezana.

Perdonen que me ande por los cerros de Úbeda (por cierto, los que vean Supervivientes se habrán dado un poquitejo de cuenta de cómo habla un ubetense). Ya vuelvo a la tesis del artículo y repito: esto del Êttandâ pal andalûh no es un asunto lingüístico, sino político.

Llevo alertando desde muchas columnas atrás de que aquí en el Sur se está incubando el dichoso huevo del nacionalismo, si no ha eclosionado ya. Un identitarismo liderado por Teresa Rodríguez-Rubio (apellido compuesto que curiosamente esconde), Rumaikiyya de Adelante Andalucía (hecho a imagen y semejanza de la CUP en Cataluña o EH Bildu en el País Vasco), que propugna la islamofilia a la par que la hispanofobia.

Un andalucismo radical que adelanta por el arcén al propio Blas Infante cambiándole un verso sustancial de su himno. De "sea por Andalucía libre, España y la Humanidad" a "sea por Andalucía libre, los pueblos y la humanidad".

No es raro encontrarse con pintadas en las calles del Albaicín, de La Macarena o del casco histórico de Cádiz con mensajes reivindicativos escritos en EPA. Uno de ellos, grabado con permanente sobre cal blanca, recuerdo que decía: "Cateto tú que no entiendê l'andalûh".

Aunque sean cuatro gatos, aquí la guerrilla cultural la tienen ganada (con la connivencia del Partido Nacionalista Andaluz de Juanma Moreno). El grupo musical que más pega en Andalucía se llama Califato ¾ y escribe los títulos de sus canciones y de sus EP en EPA. Ejemplos: Crîtto de lâ Nabahâ o Çambra der Huebê Çanto.

Y de las pintadas en las paredes a los carteles oficiales. Así, el irreverente póster anunciador de la Semana Santa de Cádiz 2023 (encargado por el gobierno de Kichi) muestra al Cristo de la Buena Muerte sobre fondo carnavalero y debajo, escrito bien grande en andalûh: "Çeñôh de lô êppaçiô infinitô".

Poca broma. Se empieza por aquí y se acaba luchando porque se cumpla el 25% de las horas lectivas en castellano que ampara la ley.

Por cierto, Teresa Rodríguez-Rubio ha vuelto a impartir clases en el instituto de Lengua Castellana y Literatura. ¿Qué pasa si un alumno le devuelve un examen êccrito en andalûh? A nosotros, cada falta de ortografía nos restaba 0.5 puntos. Choque con la realidad, Teresa. Suspendido: "¡El andaluz no existe, idiota!"