Probablemente usted, lector, tampoco se haya enterado de que durante la semana pasada se han disputado los mundiales de ciclismo en Wollongong, una pequeña ciudad costera del sureste australiano. Habrá estado ocupado, como todos, llorando con las imágenes de Federer y Nadal despidiendo al suizo en un torneo menor en Londres, la Laver Cup, que toma su nombre del mítico tenista australiano Rod Laver.

Roger Federer, durante su despedida del tenis profesional.

Roger Federer, durante su despedida del tenis profesional. Reuters

En los campeonatos del mundo ciclistas, pese a que en la prueba reina (la carrera en ruta masculina) se impuso el flamante ganador de La Vuelta, el belga Remco Evenepoel, los focos y memes han apuntado a los neerlandeses, que protagonizaron todo tipo de aventuras y desventuras.

Unas andanzas y malandanzas en las antípodas simétricas de la novela La milla invisible, en la que David Coventry narra la odisea del primer equipo de habla inglesa en participar en el Tour de Francia, formado por cuatro australianos y un neozelandés. 

Para tantos que esta semana han estado sin noticias de Holanda, contar que en la contrarreloj mixta por relevos, la corredora del Movistar, Annemiek van Vleuten, tuvo una aparatosa caída nada más salir y acabó en el hospital con un codo bastante dañado.

Su par masculino en la crono, Bauke Mollema, además de sufrir un problema mecánico durante la disputa de la misma, se estrelló contra una gaviota (o al revés). Y eso que ya una hurraca (que le atacó días antes durante un entrenamiento) le avisó de que las aves australianas estaban confabuladas contra él.

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Van der Poel, el nieto de Poulidor, uno de los favoritos para enfundarse el maillot arcoíris en la prueba de ruta del domingo, tuvo que retirarse a los 35 kilómetros. ¿El motivo? Una noche sin dormir en el cuartelillo porque unas adolescentes no le dejaban descansar gastándole bromitas, como reiteradas llamadas a la puerta de su habitación del hotel.

Este decidió cortar por lo sano agrediendo, supuestamente, a una de ellas. Ahora, con el pasaporte requisado, se tendrá que quedar cinco semanas a la fuerza en ese confín de Oceanía. Un Djokovic a la inversa, vaya. A uno no le dejaron entrar y el otro no puede salir.

En estas que, tres días después de la aparatosa caída, reapareció la veterana Van Vleuten (con codo de tenista) y se proclamó campeona del mundo en la prueba femenina en línea. Esta alienígena holandesa, redentora del Movistar Team, ha ganado en la misma temporada Giro, Tour, Vuelta y Mundial. 

Para rematar el anecdotario de la expedición neerlandesa, compitió (más por caridad que por calidad) un espigado holandés de 40 años, Rien Schurhuuis, pero defendiendo los intereses vaticanos. Se apeó de la bici poco después de que lo hiciera Van der Poel.

No me pregunten por la actuación de los españoles, porque desde que se vistiese de arcoíris Alejandro Valverde en 2018, los nuestros no pintan nada en los mundiales de ciclismo. El corredor de Movistar es el ciclista profesional con más medallas mundialistas de la historia.

De hecho, 'El Balica' se lesionó tras vencer en dicho Campeonato del Mundo en Innsbruck al caer de espaldas haciendo lo que él llama "un Van der Poel" (o sea, un caballito: la secuencia la tienen en el documental El día menos pensado de Netflix), antes de disputar la clásica Lieja-Bastoña-Lieja, uno de los cinco monumentos ciclistas que el murciano ha ganado en cuatro ocasiones, sólo por detrás del caníbal Eddy Merckx (5).

Si Alejandro fuese belga y se llamase Alexander Van der Verde, otro gallo cantaría. Quizás hasta depondría del trono al linaje Sajonia-Coburgo y Gotha. Allí, en el país del pavés, tienen otra cultura deportiva. 

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Y aquí quería llegar yo. Alejandro Valverde, el mejor ciclista de la historia de España con permiso de Miguel Induráin, y uno de los más grandes del mundo, se retira en dos semanas, y aquí nadie se acuerda de él (fuera del entorno ciclista). En cambio, podríamos solucionar la sequía que padece nuestro país sólo con las lágrimas que se han vertido con el adiós del helvético Roger Federer.

Aquí todo quisqui (gente que no sabe ni lo que es un tie break) vibra en Twitter con don Rafael Nadal Parera, Carlitos Alcaraz bate récords de audiencias en El Hormiguero y protagoniza editoriales de programas matutinos de radio, pero del ciclismo no se acuerda ni la madre que lo parió. 

A ver, que Carlitos Alcaraz tiene 19 años y aún no ha ganado nada (comparado con Valverde digo) y ya ha sido invitado un par de veces a lo de Pablo Motos. A Alejandro, que es un tipo simpatiquísimo, jamás lo han sacado en prime time más allá de la vez que lo llevaron a La Resistencia (por cierto, que el ídolo de Broncano es Federer) y por exigencias de contrato de patrocinio. Además, lo sacaron junto a su escudero, Imanol Erviti, como si por sí solo no tuviese entidad de invitado.  

¿Qué ha pasado con el ciclismo que desde Induráin se tiene por un deporte marginal en los medios de comunicación españoles? ¿Por qué se aúpan el tenis o el fútbol femenino, por ejemplo, en detrimento del deporte de las dos ruedas, al que si ya el lastre del dopaje lo dejó tocado, la marginación mediática lo está hundiendo?

Queda más cool, claro, despedir con salvas a sir Roger Federer, rey de Wimbledon, con ese porte de caballero inglés, todo vestidito de blanco. Negroni, raqueta antigua, polo Silbon, artículo de Jabois, drive y Match Point

'El Balica' es hijo de camionero, de una pedanía de Murcia (aquí sí coincide con Alcaraz), contrahecho y medio calvo (y aquí, con Nadal), no entrena en Flushing Meadows ni en Philippe Chatrier, sino en Alcantarilla y Jabalí Viejo, es un españolazo, prototipo de la serie Los Serrano y gasta la broma del jamonero.

Sic transit gloria mundi, acho.