No tenía otra cosa mejor que hacer en un día de agosto. De modo que se decidió a ilustrar a sus 25.000 seguidores en la red social Twitter –algo así como la población de Adra (Almería)- sobre el peligro que, inadvertido hasta ahora, se cernía sobre sus cabezas. Para eso están los profesores de Historia.

Que nadie vuelva a tararear Demasiadas mujeres sin complejo de culpa. Reprima esos pies la próxima vez que suene Ateo en el chiringuito. Ojito al siguiente Instagram Stories con la foto de los amigos de toda la vida que busque ilustrar con Me maten.

El cantante y rapero madrileño C. Tangana.

El cantante y rapero madrileño C. Tangana. Carmen Suárez.

Las pruebas, de tan concluyentes, resultan ociosas de señalar. Varios jóvenes “cayetanos” fueron vistos en su concierto en Vigo. Pues no hay más que hablar: Antón Álvarez Alfaro, al que quizá usted conozca por el sobrenombre artístico de C. Tangana, es un peligroso propagandista de la ultraderecha. 

El mensaje del profesor es de demasiado calado intelectual como para condensarlo en unos pocos caracteres. Por fortuna, la red permite conformar hilos que unan el torrente de pensamiento en una secuencia coherente. Así podemos conocer más detalles sobre la amenaza venida de Carabanchel.

Es el José Manuel Soto de los jóvenes. Ellos se “distribuyen una especialización generacional de mensajes culturalmente reaccionarios”. No lo olvide la próxima vez que un estribillo tanganero se deslice desde su pensamiento a sus labios en forma de tarareo inconsciente. En ese momento, estará usted propagando un “españolismo de bucle melancólico” y un “machismo rancio, puesto al día con un envoltorio de ‘pecado’ y ‘transgresión’ que lo disimila”.

Que sea la última vez que pasa por alto estos aspectos. ¿Es que acaso no se ha dado cuenta? “Las letras de las canciones y la música juegan un papel fundamental, tienen una gran capacidad para emocionalizar estos mensajes y así evitar que se observe crítica y analíticamente su contenido político”. Ojalá pronto un Shazam que nos haga la lectura política del temazo del momento antes de morder su anzuelo. Contonear el trasero a según qué sones le puede hacer a uno presa de un “movimiento cultural reaccionario contra los derechos y valores democráticos”.

Abran paso a los intelectuales. Un crítico musical de prestigio es requerido por su periódico para analizar la última canción de moda. Las consideraciones puramente técnicas son demoledoras. Es imposible no imaginarle con monóculo sosteniendo una taza de té con el meñique estirado y cara de estar oliendo la más pestilente de las excreciones humanas.

Pero la cosa no queda aquí. También tiene que ir al fondo. “La súplica de un machirulo que intenta dárselas de tío con sentimientos”. No podemos descartar que los alumnos de ESO y Bachillerato se encuentren más pronto que tarde ante un comentario de texto de “otro” Quevedo

La radio matinal hace balance de los temas pop del verano. Le llega el turno a Lizzo y About damn time. Ritmos funky para deslizarse hasta la barra del chiringuito a pie de playa reconvertido en chill out a la caída del sol o la azotea de hotel cinco estrellas madrileño de a quince euros el viaje en ascensor. Pero el subrayado viene en la falta de complejos de la cantante, que exhibe orgullosa un sobrepeso que la aleja de los cuerpos normativos. ¡Un refuerzo positivo para disfrutar con conciencia de causa! 

La música pop es un refugio. El bombardeo de doctrina que se dispara desde los foros de creación de opinión tiene que tener zonas del mapa señaladas como puntos en los que no lanzar los proyectiles. Espacios libres de turra.

En un alarde de comprensión, se pueden crear smoking rooms para que los muy ideologizados debatan sobre las letras del último éxito creado con Autotune mientras los demás se dejan llevar. Pero lo recomendable sería que la moralina se quedara en el guardarropa

Ya tenemos el primer propósito para el verano de 2023.