Dentro de, pongamos, veinte años, el niño al que hoy amenazan en Canet de Mar será un hombre de veinticinco y podrá mirar con perspectiva los acontecimientos de estos días. Quién sabe, hasta es posible que caigan en sus manos estas palabras que hoy es incapaz de leer.

Aun cuando no existe una fotografía, la imagen del niño de Canet de Mar tiene una fuerza potentísima, revolucionaria, como la del ciudadano anónimo de la plaza de Tiananmén. Permite ver, sin necesidad de explicación alguna, quién es el fuerte y quién es el débil.

Los nacionalistas sin Estado, que han construido su discurso sobre la reivindicación del respeto a las minorías y la necesidad de proteger y garantizar sus derechos, argumentan que sería injusto imponer la exigencia de este niño al resto de compañeros, aunque venga amparada por la ley.

El niño de Canet de Mar es peligrosísimo para el nacionalismo porque nadie puede creer que sea una amenaza para Cataluña, ni para la lengua catalana, ni para la escuela catalana.

En una sociedad fanatizada que exhibe sin rubor un lema como "la lengua no se toca", ese niño es un brote de esperanza similar al que germinó, décadas atrás, en Ermua. Con razón ha escocido tanto la comparación de Carlos Carrizosa. Los nacionalistas están aterrorizados ante la posibilidad de que la llama prenda en otros lugares. 

Qué ocasión perdida, por cierto, la de tantos progresistas de este país que en su afán por no conceder una baza al oponente prefieren sacrificar la decencia y la razón en el altar de la ideología. Dónde los artistas, dónde los cantautores, dónde los abajofirmantes.

Ese niño de cinco años es la peor pesadilla para el presidente de la Generalitat, para su gobierno y quienes les apoyan. Un niño de cinco años es inocente. No es un ultra, ni un peón de la extrema derecha, ni un engendro de las cloacas del Estado. Los ataques le resbalan porque son contraintuitivos: algo allá dentro del ser humano, por desorientado que se encuentre, dice que no está bien ser intransigente con un niño.

Veinte palabras contadas es lo que le ha dedicado a él y a su familia Pedro Sánchez después de dos semanas de seguir en silencio las amenazas, los insultos y la algarada callejera. Helas aquí: "Este es un Gobierno que manifiesta la solidaridad con el hijo y con los padres de la escuela de Canet". ¿Qué cree el presidente que pensará en 2041 el niño de Canet de Mar? ¿Confía en que le parecerá suficiente?