Este 15 de octubre se estrenará, en salas de cine de toda España, el documental España, la primera globalización, realizado por José Luis López-Linares y su equipo, y dedicado a la acción de España en el mundo. Y, en particular, a la empresa náutica que dio la primera vuelta al mundo, iniciada por Magallanes en 1519 y culminada con éxito por Elcano en 1522.

Decía yo respecto a esta primera empresa de circunnavegación del globo que la concepción antigua del mundo (tricontinental, pliniano-ptolemaica) se desmoronó con esta empresa dejando atrás, a popa, las ruinas de ese mundo antiguo y medieval.

Por supuesto, y con mayor o menor acierto, los coetáneos de la empresa no dejarán de tomar conciencia de ello. Y, sobre todo, lo asumirán como el hito “moderno” más decisivo frente a la concepción antigua del mundo.

Así, Juan Bautista Ramusio, en el discurso que precede a la carta-relación del viaje hecha por Maximiliano Transilvano, afirmará, haciendo balance del significado de la expedición magallánica, que “el viaje hecho por los españoles en el espacio de tres años alrededor del mundo es una de las cosas más grandes y maravillosas que se han ejecutado en nuestro tiempo, y aún de las empresas que sabemos de los antiguos, porque esta excede en gran manera a todas las que hasta ahora conocemos. Publicamos este viaje como uno de los mayores y más admirables de que jamás se haya tenido noticia, y de cuyo éxito y acontecimientos, si oyeran ahora razonar aquellos grandes filósofos de la antigüedad, se quedarían pasmado y como fuera de sí”.

Fernández de Oviedo dirá, parafraseando de nuevo a Maximiliano Transilvano, que esta hazaña deja en un lugar muy secundario a Jasón y los argonautas yendo a la Cólquide en busca del vellocino de oro. La flota de Salomón, la nave de Argos de Jasón, los viajes de Ulises, “fueron nada”, dice López de Gómara, comparado con la nao Victoria.

Argensola dirá que Elcano “cuenta con el respeto y admiración con que todos le miraban como el primero que rodeó este Globo de la habitación de los mortales. Y a la verdad, ¿de qué estimación quedaran dignos los fabulosos argonautas Tiphis, Jasón y los demás navegantes, que la elegancia o el atrevimiento de Grecia celebra, comparados con nuestro Cano [Juan Sebastián Elcano]?”.

Cualquier travesía anterior se convertirá, retrospectivamente, en regional frente a esta primera realmente global, superando en esto sin duda los modernos a los antiguos. De tal manera que, dice orgulloso el matemático del siglo XVI Juan Pérez de Moya, sabe más cualquier ignorante piloto que dirige una nao a las Indias que el más sabio de los antiguos sabios. “Y por esta causa en cosas de navegación en más tengo la opinión de un moderno que la de Aristóteles”.

En escasamente un tercio de siglo, entre 1492 y 1522, el mundo se ensanchará extraordinariamente gracias a la exploración de los océanos, derribando, a través de la conducción de esos “frágiles leños”, en expresión de Camoens, las murallas a las que se ceñía el mundo antiguo. Una exploración oceánica que tenía como guía y puntos de referencia, exclusivamente, el movimiento de los astros y su relación de altitud variable con la línea del horizonte. El arte de navegar en el Atlántico, con el uso de la brújula, el manejo de las cartas marinas y la observación astronómica, se desarrollará hasta alcanzar este hito fundamental de rodear la esfera terrestre (impensable apenas un siglo antes, cuando doblar el cabo Bojador en 1434, a escasas millas de las pindáricas columnas de Hércules, fue todo un reto para la navegación recién salida del ámbito mediterráneo).

Pedro de Medina (cuyo Arte de marear, junto con el Breve compendio de la esfera de Martín Cortés, fueron los manuales con los que aprendieron a navegar en toda Europa), hablando de las “grandezas y cosas memorables de España” y de los españoles (en su libro de título homónimo), encarecerá, sobre cualquier otra, justamente esta acción de rodear la Tierra. Un logro de “nuestro tiempo”, dice Medina, que pareciera imposible en otro y sólo comparable “a la creación del Mundo”. Un logro que es debido no ya sólo al esfuerzo y ánimo de los españoles, sino, sobre todo, al desarrollo de esas técnicas de navegación que, desafiando y sometiendo a la naturaleza, son capaces, teniendo al cielo por guía, de trazar “caminos en el agua”.

Pues bien, el día 15 de octubre, conducido por la gran Elvira Roca Barea, podrán asistir en cines al extraordinario trabajo que López-Linares ha realizado a propósito de esta “primera globalización”.