Por fin el presidente Sánchez logra simbolizar a su pueblo, aspiración fundamental de un líder de su calibre. El regreso de los talibanes en Afganistán le ha pillado en alpargatas, como a todos los españoles. Sólo hubiera podido mejorarlo con unas ominosas chanclas. Ahí la identificación habría sido perfecta.

Rompo una lanza por las alpargatas de Sánchez, porque sus alpargatas son nuestras alpargatas. Unas alpargatas ante todo mentales. La irrupción de desastres en pleno mes de agosto ha de enfrentarse a nuestra inercia vacacional. Esa inercia que, junto a la inoperatividad, trata de introducir sus notas sentimentales (con aprovechamiento ideológico) de “lento Imperio al fin de la decadencia”, como escribió Villena citando a Verlaine.

No sabemos cuánto le queda a Occidente (el Occidente político, no el geográfico; aunque en esta pelota depende de la perspectiva), pero parece claro que enfila su extinción. Así, la ya icónica fotografía de Sánchez (que El País recortó por abajo, hurtando a sus lectores el 50% de la noticia) representa en realidad a todo Occidente. También Joe Biden está ahí, más crudamente encarnado en Sánchez que en sí mismo.

Por debajo (busquen la foto completa, señores lectores de El País, que luego tienen el gatillo fácil con el Defensor del Lector contra los Savateres y Azúas que les contradicen) están las alpargatas olorosas de ocio. Y a partir de los tobillos el traje, que desemboca en la parte superior de la mesa, donde Sánchez mira una pantalla como un adolescente su videojuego. Esta es la parte seria.

Sin duda, nos representa. Tampoco nosotros podemos hacer nada. Y estamos deseando cumplir con la desgracia (no quiere decir que no nos duela de verdad) para correr de vuelta a la piscina. En su paz azul, luego, recordaremos que somos unos privilegiados. Todo será un poco más irreal, pero también más reconfortante. (No olvidaremos dedicarle un pensamiento al terremoto de Haití).

Pero después ha regresado Sánchez y ha dado en Torrejón de Ardoz un discurso triunfalista. ¡Triunfalista en plena derrota! Está muy subidito Luisgé...

Cuando el PP le exigió al presidente que volviera de sus vacaciones, se vio que el PP no había entendido el concepto: las vacaciones de Sánchez no eran tanto las vacaciones de Sánchez como nuestras vacaciones; nuestras vacaciones de Sánchez. Y ya se han terminado: nuestras vacaciones de Sánchez y del PP; nuestras vacaciones de la puerca política (en la que también nos rebozamos).

Al final, entre tanta impostura, lo inocente eran las alpargatas.