Aunque Félix Ovejero no lo formula exactamente así, una conclusión de su último libro, impecable, Secesionismo y democracia (Página Indómita), es que nuestros secesionistas no son demócratas. 

Y digo los nuestros porque otros sí lo podrían ser: los que se acogieran a la cuarta de las cuatro teorías que inspecciona Ovejero. Pero los secesionistas españoles (sean catalanes o vascos) no pueden hacerlo sin mentir. Algo, mentir, que sí hacen con frecuencia.

Antes de enumerar esas cuatro teorías con que se defiende la secesión, diré que Secesionismo y democracia es un libro breve y certero, una fulminante lección magistral. Analiza y desmonta con potencia ilustrada, con distancia racional y conocimiento (impresiona la bibliografía que pone en juego en sus pocas páginas) las argumentaciones que los secesionistas de un Estado esgrimen para separarse de él.

Las teorías a que recurren son otros tantos capítulos (todos rápidos) de esta obra: 1) la teoría plebiscitario-libertaria, 2) la teoría adscriptiva, 3) la teoría de la minoría permanente y 4) la teoría de la reparación. 

Según la 1, los secesionistas creen tener derecho a la secesión porque los individuos pueden asociarse como quieran. Según la 2, porque cada nación tiene derecho a un Estado propio. Según la 3, por el derecho de las minorías dentro de un Estado en el que nunca serán mayoría. Y según la 4, por falta de democracia o por injusticia indiscutible del Estado al que pertenecen.

Sintetizo abruptamente las refutaciones de Ovejero (¡para la faena buena está el libro!). 

De la 1, porque un Estado es "un territorio político común, indivisible, donde todo es de todos sin que nadie sea dueño de parte alguna". A esa indivisibilidad están ligadas la democracia y el imperio de la ley. 

De la 2, porque de la definición de nación (que ya es problemática en sí) no se deduce que esta tenga derecho a un Estado propio. Dice Ovejero de quienes lo afirman: "Por ahí asoma la bolita del trilero: se estira hacia lo normativo la definición de nación". 

De la 3, porque son muchas las minorías que se podrían identificar, incluso otras minorías dentro de una minoría; además de la abusiva consideración de permanente a algo cambiante. Lo que alienta es la pretensión de "desvincularse de las leyes de todos".

De la 4, porque simplemente no se dan las circunstancias en España: un país democrático en el que no se producen injusticias probadas y sistemáticas contra nadie. Y, como dice Ovejero, "la secesión, sin injusticia, supondría una violación de elementales compromisos con la igualdad de los ciudadanos". Por esto, además de en la mentira, nuestros secesionistas se ejercitan en el chantaje.

"He de decir", declara Ovejero a propósito de sus principios, "que los míos se instalan en la tradición de la izquierda, del socialismo"; aunque en lo que a este asunto respecta, "los pueden compartir también las mejores variantes del liberalismo"

Ovejero recuerda la proclama entera de los revolucionarios franceses, de la que se olvida la primera mitad: Unité, Indivisibilité de la République; Liberté, Égalité, Fraternité. Pero nuestra izquierda reaccionaria no está en eso, sino exactamente en lo contrario.

Termino con otra cita de Secesión y democracia: "Si la democracia y la igualdad nos importan, no hay secesión justificada; si hay secesión, se acaba con la buena democracia y se socava la igualdad".