Socialismo o libertad es un tipo de lema, cargado de dramatismo, que nos pone delante de una encrucijada fatal, casi abismal, y en la que todo está en juego. Recuerda, claro, a aquel otro de socialismo o muerte, de signo ideológico contrario, pero con su mismo carácter perentorio.

Por supuesto, lo que resuena detrás de estos términos cuando están en boca de Isabel Díaz Ayuso es la doctrina oficial intereconómica o libertaddigitalera que asimila socialismo a muerte: libertad o totalitarismo, libertad o camino de servidumbre. En definitiva, libertad o comunismo.

Pareciera que Ayuso quiere ser, de este modo, más voxista que Vox. Y supongo que, ante lo que se considera como viaje al centro de Ciudadanos, a los que se acusa de tibieza (o sea, de perfil bajo o extremo centro), Ayuso no quiere dejarse arrastrar por los que, hasta ayer, eran sus socios de gobierno en la Comunidad de Madrid.

Sobre todo porque, parece ser, el viaje que ha emprendido Ciudadanos siguiendo el camino de en medio es el viaje a ninguna parte. Ayuso no quiere verse en tal tesitura ni tampoco, imagino, la quiere para su partido. De tal manera que su iniciativa de adelanto electoral en la Comunidad quizá signifique, sobre todo, un aviso a navegantes como mensaje interno en el PP.

De hecho, su partido, o sea, el PP de Pablo Casado, sigue según los dirigentes y votantes de Vox (y algún locutor de radio) los pasos del rajoyismo maricomplejines, si es que alguna vez salió de esa posición, y continúa sin dar la batalla cultural contra la izquierda.

Ayuso, interiorizando completamente ese insistente mensaje (“sólo queda Vox”), da un paso al frente y se postula como reserva espiritual en el PP de esos principios y valores característicos de la derecha conservadora (y que Pablo Casado sigue traicionando). Por eso Ayuso se muestra beligerante, terminante, utilizando una disyunción fuerte, dramática, rotunda, sin componendas, sin complejos: socialismo o libertad.

Así que, leída en clave interna, la moción de censura planteada en Murcia por el PSOE (con el apoyo de Ciudadanos) tiene su réplica en Madrid, con una automoción de censura realizada por Ayuso a su propio gobierno autonómico y convertida, en realidad, en una autopromoción de censura.

Ayuso se presenta a sí misma como portaestandarte, en el interior del partido, de aquellos principios y valores que nunca debieron ser abandonados y que, por haberlo hecho (esto es lo que parece reconocerse tácitamente), ha provocado que Vox esté en un tris de dar el sorpaso al PP.

Ese socialismo o libertad significa, sencillamente, “aquí estoy”, como baluarte inexpugnable e insobornable en el PP, cortando amarras con Ciudadanos (hasta el punto de ser capaz, si hace falta, de sacrificar el propio gobierno autonómico) con tal de no caer en la tentación ciudadana de pactar con el PSOE.

O sea, “no sólo queda Vox” dice Ayuso, porque contra la dictadura progre también está el ayusismo, que mantiene la ortodoxia voxera en la doctrina, siguiendo los dictados de su brunete mediática (“el socialismo es crimen y robo”), pero leal a las siglas del PP.

En este sentido, pues, y leído en esta clave interna, creo que el paso dado por Ayuso con el adelanto electoral significa, más bien, una llamada de atención a Casado. Incluso una manera de moverle la silla para postularse ella como líder del PP y evitar así lo que parece ya un hecho consumado: la debacle de Ciudadanos en favor de Vox, que llevaría al PP a la UCI electoral.

Dicho de otro modo. Esta semana, Ayuso quiso dar el sorpaso sobre Casado en el interior del PP para evitar el sorpaso electoral de Vox y salvar a los populares en el Congreso de los Diputados.

Si Ayuso encuentra en Madrid el respaldo electoral que busca, entonces habrá creído matar dos pájaros de un tiro. Dos pájaros que nada tienen que ver, por cierto, con el socialismo ni con la libertad.