El rótulo con el que Televisión Española pregonó que la Princesa de Asturias estudiará el bachiller en Gales convirtió un anodino 10 de febrero en un día histórico. Quizás lo próximo que veamos sea al presentador del Telediario haciendo un calvo a cámara mientras se informa de la visita de Felipe VI a las tropas en El Líbano. 

Ahora ya sabemos que existe el caldo de cultivo para que hasta el último becario de RTVE alce la bandera de la libertad y, con el arrojo del espontáneo que salta a la plaza, le eche un pulso a la dirección denunciando los abusos de la Familia Real. "¿Que no hay huevos? Sujétame el cubata". 

El episodio de este miércoles también permite hacerse una idea de cómo será la cadena pública cuando la controlen definitivamente los muchachos de Pablo Iglesias, empeñado como está el vicepresidente segundo en equilibrar un panorama mediático adulterado que continúa "en manos de empresas privadas con intereses privados".

Será el paraíso de la libertad, ya veréis: los redactores podrán rotular a su antojo sin miedo a una sanción; los técnicos de sonido subirán o bajarán el volumen en función de si les aburren o les divierten las manifestaciones del entrevistado. Igual que ocurre allí donde existe "normalidad democrática", como en Venezuela o en Rusia. 

Lógicamente, Podemos salió ayer en defensa de los "trabajadores represaliados", pero se precipitó al dar por sentado que el autor del mensaje y la persona que supervisaba su labor habían sido despedidos. ¿Castigo? Está por ver. El "Leonor se va de España, como su abuelo" es tan genial que no hay que descartar nada a priori.

Al final va a resultar que en las aburridas mañanas de La 1 había un universo de gente con talento detrás de las cámaras, profesionales que vivían sometidos por la dinámica dictatorial que arrastra la cadena desde tiempos de Franco

Echenique ya ha anunciado que preguntará en el Congreso de los Diputados si los responsables de RTVE recibieron "una llamada de Zarzuela" exigiendo cortar cabezas. Quizás debería de ampliar la investigación a la Conferencia Episcopal y a los responsables del Zendal.

Hay que instaurar de forma urgente un premio "Libertad de expresión" con los nombres de los periodistas -aún hoy injustamente anónimos- que con su coraje y perspicacia acaban de contribuir a elevar el nivel de la televisión pública en España. Y es imprescindible que se les invite a dar conferencias en todas las facultades de Ciencias de la Información. Salud y República.