Aquí no sabíamos qué era la resiliencia hasta que la negra -literaria- y postrera secretaria de Estado nos lo detalló en un libreto y hasta que Sánchez nos lo explicó en un brunch hasta los topes con el Ibex 35. La realidad fue que el lunes, ante los empresarios, Sánchez hizo de Kennedy en la Casa de América y con un patriotismo de cartón piedra, que es lo único a lo que podemos agarrarnos para que haya Presupuestos.

Sucede que Sánchez no es Kennedy -y bien que se aplica a ello-, y España no es Las Vegas, y nuestras aguas y nuestros alimentos nos han dado, en cambio, a Pablo Iglesias, el único marqués que quiere colgar a la Banca del palo más alto. Puro Berlanga.

Pero de ahí, de vicepresidentes que meten los hocicos en los Presupuestos, habrá que sacar los mimbres de ese futuro que nos espera. Este futuro de covachas, de encierros, y de a ver qué nos dan los curas a la puerta del convento ahora que vamos camino de ser más menesterosos que en el 40.

Pero vayamos con lo de resiliencia, que es cualidad cabezona del pueblo español, como El Empecinado. El mismo pueblo que se confina y luego multiplica los contagios como los panes y los peces. Resiliencia es los sábados en el Nodo de Sánchez, los acentos raros y sevillís de Marisu Montero. Resiliencia, en el fondo, somos todos a los que nos ha caído la pandemia del sanchismo -que es la nada- y el Gobierno de coalición -que es el morir-.

Toda época genera un término. Y la palabra de ahora es "resiliencia" como cuando la Transición fue el "consenso". Que de "resiliencia" a "consenso" vaya toda una degeneración histórica es una realidad, pero así, con esta nueva normalidad, vamos pagando la luz, salimos más fuertes y tragamos lo intragable.

Resiliencia, como tal, no aparece en El Quijote, ni en Quevedo, ni en Umbral ni en Delibes -los he leído todos-, pero sí nos sale en Irene Lozano y eso es más que figurar -es un decir- en el diccionario de autoridades.

Ir al empresariado a hablarle de resiliencia, a las doce de la mañana, en el mes de agosto y teniendo por ahí a Pablo Iglesias, es ya de una temeridad que, por salir, puede salir hasta bien. Que doctores y milagros tiene la Iglesia.

Resiliencia, ay, eso que medio nos cantó El Dúo Dinámico cuando la tontería populista de la guitarrita y los balcones.