Que nadie se equivoque: el episodio rocambolesco que ha protagonizado el Gobierno en las últimas horas -ahora pacto con Bildu la derogación de la reforma laboral, ahora saco una "nota aclaratoria que anula el punto primero de dicho acuerdo"- encierra un mensaje terrible: Tezanos tiene razón.

Muy seguro tiene que estar Sánchez de que la crisis del coronavirus no le pasa factura, para haber firmado por escrito y presentado a la opinión pública un documento de esa trascendencia con los proetarras. Con el descaro, añadido, de hacerlo el mismo día que los proetarras han amenazado a los socialistas vascos atacando la vivienda de su líder, Idoia Mendia, y después de varias semanas de protestas para exigir la excarcelación de elementos con delitos de sangre.

Moncloa debe saber, por fuerza, que Sánchez va sobradísimo, tanto como para permitirse la osadía de sustituir como socio a Junqueras por Otegi sin despeinarse. De sus palabras de este miércoles en el Congreso, posiblemente las únicas que le salieron del alma y de las pocas que no leyó fueron para decir que su Gobierno durará cuatro años. Hay que empezar a creerle.

Habrá quien piense que el ridículo supino de tener que dar marcha atrás sólo un par de horas después de pregonar el acuerdo con Bildu es la prueba de lo contrario: de que Sánchez está débil y teme la repercusión que pueda tener su foto con los amigos de Josu Ternera. Nada de eso. 

Lo que ha asustado de verdad al presidente ha sido una llamada que le ha hecho percatarse de que anunciar que vas a encarecer el despido dentro de cuatro meses es invitar al empresario, que ya va con el agua al cuello, a despedir mañana mismo a todos los trabajadores que no considere absolutamente imprescindibles. O lo que es lo mismo, sumar algún millón más de parados antes del verano a los cuatro millones que ya tenemos. Y eso sí pondría al país al borde del abismo y de la bancarrota. 

Es decir, el error político no ha sido abrazar a los herederos de ETA, eso se daba por amortizado, sino la bisoñez de divulgar el contenido del acuerdo. En el Gobierno están seguros de que las caceroladas con "cubertería de plata y palos de golf" le restan hoy más votos a Casado de los que pierden ellos al cuadrar la política laboral con quien es más célebre por el manejo de la 9 milímetros Parabellum que por su habilidad con la calculadora. Esa es la realidad, compañero: pasaremos de la reforma laboral del radical Rajoy a la de Otegi.