Hace tan solo unos meses, el 20 de septiembre de 2019, firmaba yo en este mismo foro una columna llamada Fumata nera en la que juzgaba como prudente la acción de Sánchez de convocar unas nuevas elecciones. Una nueva convocatoria electoral con la que se buscaba evitar, decía él, un gobierno con Unidas Podemos, al que estaba al parecer abocado, y que dependiera, además, para constituirse de los votos del separatismo.

Incluso, me ponía yo a lo mejor algo grandilocuente en esa ocasión, y citaba a Platón para resaltar la prudencia como virtud política por excelencia con la que parecía adornarse Sánchez al tomar esa medida.

Pues bien, de la misma manera en que Sánchez ha realizado, desdiciéndose, lo que quería evitar llevándonos a unas nuevas elecciones, esto es, formar un gobierno con Unidas Podemos y apoyado por el separatismo, pues me desdigo yo también totalmente en este Fumata bianca, y, donde dije digo, digo Diego, en relación inversa a lo hecho por Sánchez, el Imprudente, tras las nuevas elecciones. Imprudente e insomne, según la propia maldición que él mismo se echó.

Y es que, con tirar de hemeroteca y traer a colación lo dicho por Sánchez en la campaña electoral, tenemos al crítico más feroz del propio Sánchez, recién nombrado presidente al frente de ese gobierno “de progreso”, y que le lleva, inevitablemente, a no poder dormir.

Un gobierno, y esto es lo grave, que buscó su justificación, durante las jornadas parlamentarias en torno a la epifanía, en la ideología confusionaria del “progresismo”, en cuya noche todos los gatos son pardos frente a “la derecha”.

Así que PSOE, Unidas Podemos, ERC, JxCat, PNV, Bildu, Compromís, BNG, Más País, etc. se invistieron en el tópico del antifranquismo -cómo no- para arremeter contra la bancada de PP, Ciudadanos y Vox, y tacharla de extrema derecha-fascista-españolista -antidemocrática, en fin-, y cerrar filas contra “la reacción” y poder disimular, de este modo, lo que de destructivo, disolvente y fragmentario hay para la nación española en esos apoyos: el separatismo.

Se ha blanqueado, con la pátina antifranquista, aquellas facciones que, de un modo o de otro buscan la descomposición de España, para condenar a su vez al ostracismo “antidemocrático” a aquellos grupos que defienden, también de un modo o de otro, la unidad y la soberanía nacional.

Este fue el guión que impuso Sánchez, para elevar al PSOE y a Unidas Podemos al gobierno, y que implicaba necesariamente tratar con mimo -el cambio de tono de Iglesias al referirse a ellos fue más que elocuente- a un separatismo, envalentonado a su vez, y que, con el procés, está en abierta sedición.

No hubo ninguna manifestación de contrariedad por parte de Sánchez, ni tampoco de Lastra, por supuesto tampoco de Iglesias, ante las manifestaciones completamente sediciosas (hablando de “presos políticos”, “república catalana”, etc.) que allí se vertieron desde la tribuna por los portavoces de los grupos separatistas, y que suponen, más o menos larvadamente, la inexistencia de la nación española.

Esta es la escenografía que quiso sacar adelante Sánchez para encaramarse a lo alto del gobierno de España: la mera mención de la soberanía nacional española es “facha” e irrespetuosa con “otras singularidades” con “identidad nacional” que hay que respetar y que, en efecto, llegó a decir Sánchez en algún momento, fueron según él ciertamente oprimidas o reprimidas.

En El arte de la mentira política, un opusculito atribuido a Jonathan Swift, se hace una relación sumaria de ese arte, también llamada pseudología, y en la que Sánchez se ha mostrado, no exactamente un virtuoso, porque se le ha notado mucho, pero sí un aprendiz aventajado, por lo menos en la medida en que ha sido capaz de arrastrar a todo su partido, incluyendo a los votantes, que en ningún momento han manifestado ninguna resistencia, sino más bien aquiescencia, para la formación de ese gobierno.

En el opúsculo, enseña Swift, en un primer capítulo más filosófico, qué es lo que hay en el alma humana que le lleva a mentir, y para explicarlo entiende que el alma es creada con una doble naturaleza “plano-cilíndrica”. Por un lado, dice el autor satírico, Dios creó el alma como un espejo cuyo envés es plano, y que refleja la verdad de las cosas. Pero, por el otro lado, el Diablo creó un revés cilíndrico, en el que se deforma completamente la realidad -recuerda al esperpento de Valle-Inclán- pero haciendo parecer verdadero lo que es falso.

Aquí tenemos, en el envés de las hemerotecas, antes de las elecciones, al Sánchez crítico con el Sánchez del revés cilíndrico, ya encaramado al gobierno. Sánchez contra Sánchez.