Alex Honnold se lo juega todo. En cada paso, en cada apoyo; en cada uno de los giros, en cada uno de los centímetros. Con la punta de los pies, con la capa más externa de piel de la yema de los dedos. En cada ascensión. Es todo, o nada. Se trata de la euforia y el placer de conseguir un objetivo que nadie más ha logrado poniendo en juego, a cambio, la vida.

Honnold, de 34 años, es el mejor del mundo en lo que ha elegido hacer, la escalada en el estilo solitario libre. Esto es: sube solo, y no lleva seguridad ni protección alguna. Unas zapatillas, una camiseta y unos pantalones cortos. Esa es toda la indumentaria. Toda la munición, y todo el amparo. Así subió en junio de 2017 la ruta Freerider de El Capitán, la pared más imponente y peligrosa del planeta, situada en el Parque Nacional de Yosemite. 

Este ejercicio de brillantez y locura lo documentó Free Solo, y por ello ganó en febrero un Óscar a la mejor película documental. También ganaron Rami Malek por su monumental interpretación de Freddie Mercury, Alfonso Cuarón por dirigir Roma, o Lady Gaga por su canción Shallow. Todos ellos conquistaron la estatuilla de Hollywood, pero ninguno se jugó la vida para conseguirlo, en el sentido más literal posible, como hizo Honnold.

Hay que estar loco o no tener miedo a nada para hacer una cosa así. Bueno, antes de eso, hay que saber hacerlo, claro. El escalador californiano ya había logrado hitos importantes y obtenido numerosos galardones a lo largo de su trayectoria, que comenzó cuando tenía 11 años. Entre otros, el premio Piolets d'Or junto a Tommy Caldwell, tras completar la travesía completa del Fitz Roy en la Patagonia argentina.  

Caldwell es otro tipo del que la humanidad debería sentirse orgulloso. Igual que sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay lograron hollar la cima del Everest en 1953 -nunca sabremos si Mallory e Irvine lo consiguieron 29 años antes-, Caldwell y Kevin Jorgeson consiguieron escalar por primera vez el Dawn Wall de El Capitán. La extraordinaria historia de esta escalada de la mítica montaña californiana la cuenta la película The Dawn Wall, y revela hasta qué punto la perseverancia puede lograr derribar muros que antes se consideraban imposibles. O subirlos.

Esta ascensión de 19 días, para muchos la más difícil que se ha conseguido nunca, no revela solo el talento de los dos escaladores; tampoco solo el valor de la constancia y la tenacidad. También exalta el compañerismo más colosal: Caldwell superó el tramo 15 de la ascensión y podía, probablemente, haberla terminado solo, pero quiso esperar a su compañero en el tramo 20 durante dos días -¡dos días!- hasta que este pudiera completar esa parte, quizá la más complicada de toda la escalada, 900 metros de pared que culminan a 2.300 metros sobre el nivel del mar. 

Jorgeson saltaba en medio de la imponente roca, en un intento casi imposible de superar ese tramo, y cada vez sus dedos chocaban contra el granito, resbalaban y no lograba sujetarse, y tenía que volver a empezar; así durante decenas de intentos, todo el día y parte de la noche. Los dedos, lacerados, sangraban del contacto. Pero, entonces, aún sin saber qué pasaría después, escribió: “es frustrante, sí, pero estoy conociendo nuevos niveles de paciencia, perseverancia y deseo. No me rindo”. No lo hizo y, tal vez milagrosamente, o tal vez simplemente por no rendirse, consiguió agarrarse en el último salto para poder completar, poco después, una de las más grandes hazañas del alpinismo.

La evolución humana se va produciendo a medida que se logran nuevos hitos y se va perfeccionando el cerebro colectivo al que se refiere el historiador David Christian, uno de los pioneros de la nueva disciplina académica Gran Historia. No cabe duda de que logros tan impactantes como los de Caldwell y Jorgeson, o el de Honnold, contribuyen a enriquecer nuestro mundo, empujando los límites de lo que podemos hacer un poco más allá. 

Y no es solo deporte. Es mucho más que eso: aptitud, determinación, voluntad, disciplina. En el caso del Honnold, con el matiz de que, a cambio de semejante logro para él y para el resto de los humanos, está dispuesto a arriesgarlo todo. Literalmente.